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Actualizado: 11 de octubre de 2025
Os doy las gracias le dijo , por lo honrado que habéis sido; me habéis salvado, después de haberme perdido, y os perdono enteramente. Existiendo lo que entre los dos existe, ¿no podré saber quién sois? No contestó con voz ronca el duque. No insisto; pero juradme que nada tengo que temer por mi hijo. El será grande y noble. Oíd; yo quiero alguna vez conocerle. No es prudente.
También él notaba la diferencia que había entre el don Sabas de los altos montes y el don Sabas del valle y de la cocina de don Celso; pero así y todo, en el hombre de abajo había mucho más de lo que yo creía, por no haber tenido aún ocasión de conocerle mejor.
Esto sería cosa muy fácil para quien tenía tales aptitudes. ¿No era seguro que al llegar Lázaro á la corte, centro entonces, como ahora, de la actividad intelectual del país, adquiriría nombre, posición, fortuna? Sin duda. Ya debían conocerle de oídas por sus discursos pronunciados en Zaragoza.
Había oído hablar muchísimo de este personaje y tenía la cabeza llena de sus extravagancias y proezas tabernarias: había visto en los teatros una pieza suya titulada El que nace para ochavo, no desprovista enteramente de gracia: no quise, pues, perder la ocasión de conocerle.
Señaló á Cristián una silla al lado de su sillón y dijo en tono un poco autoritario: Siéntese usted. Celebro mucho hablarle; deseaba conocerle hace mucho tiempo. Algunos amigos míos me han hablado de usted con frecuencia. Su prometido... ¡No! El señor de Sorege no ha pronunciado jamás su nombre de usted. Y, sin embargo, sé que ha sido su amigo durante muchos años.
Creo conocerle. La otra noche estaba yo jugando al bridge con unos amigos, en el círculo, cuando, en la mesa inmediata, uno de los jugadores derribó la pantalla de su bujía al encender un cigarro y la prendió fuego. El que jugaba con él dijo entonces vivamente: ¡Cuidado! y yo me estremecí al oir esa palabra, pues reconocí la entonación y el acento del que la pronunció en el cuarto de Jenny Hawkins. Me volví prontamente y miré al que acababa de hablar.
Entró el don Antonio con deseo de conocerle; salió un escudero a recebirle y a desarmarle; encerróse en una sala baja, y con él don Antonio, que no se le cocía el pan hasta saber quién fuese.
Por su parte, Gillespie se mostraba tan impresionado como el traductor. Al ver que el poderoso visitante se ponía un vidrio ante un ojo para conocerle con más exactitud, él creyó del caso hacer lo mismo, por cortés reciprocidad.
Y en efecto, no tardé en convencerme de que me engañaba; no habló a nadie, a nadie se acercó, y tampoco dio muestras nadie de conocerle. Cuando comenzó el ensayo, traté de descubrirle en la orquesta, entre los aficionados, y no le encontré allí. Aunque la sala estaba poco alumbrada, me pareció verle en el palco que la víspera había contemplado con tan profunda emoción.
Cuando le tocó el turno a Leto, don Alejandro le dio un fortísimo apretón de manos, y Nieves, mirándole con gran interés, le aseguró que tenía grandísimo gusto en conocerle. Leto, con la lengua trabada y las mejillas ardiendo, pensó que le daba algo. Hemos estado en la botica le dijo Bermúdez , donde he tenido el placer de abrazar a mi buen amigo don Adrián, y nos ha hablado largamente de usted.
Palabra del Dia
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