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Actualizado: 30 de junio de 2025
Los versos dicen: Pido al cielo su estrella más brillante; Pido al suelo su dicha más completa; Y ni cercano amor, ni amor distante Mi conmovido corazón aquieta. Es verdad, dijo Poldy; los versos son muy semejantes a los de Goëthe, salvo que el poeta dice de sí mismo lo que dice Mefistófeles de Fausto.
El médico, conmovido por súbita esperanza, con inseguro acento murmuró: Pero ella sabe que no somos hermanos.... Y se quedó seducido por la magia de una ilusión confusa, pensando: ¡Si Carmen me fuera esquiva sólo por ese temor!... Después, como hablándose a sí mismo, fué diciendo: Ese libro que le dió el padre cura la confunde.
La idea de desprenderse de algo suyo por otro medio de enajenación que no fuese la compra-venta, era para él casi incomprensible. Sus limosnas tenían por esto un mérito muy superior a las de otras personas. Cuando entró en el costurero manifestaba en el rostro señales de hallarse conmovido.
Mientras la señora Princetot hablaba con su hijo y arrojaba en su pecho la mala semilla de los celos, el inspector general, conmovido lo mismo que un muchacho que acude a su cita primera, seguía a buen paso el camino de Rosalinda.
¡Mis parroquianas! exclamó el cura, recobrando al fin la palabra, el movimiento, la vida, todas estas cosas que desde hacía algunos minutos lo habían abandonado completamente. Mis parroquianas! Perdón, señora, señorita... ¡Estoy tan conmovido! ¿Seríais... sois, acaso, católicas? ¡Sí, señor, somos católicas! ¡Católicas, católicas! repitió el cura.
Usted prometía ser bueno y generoso en sus inclinaciones, moderado en sus pasiones, y el ejemplo de las gentes de bien es un tesoro para el siglo.» Yo estaba conmovido hasta saltárseme las lágrimas. Su palidez, su debilidad, su voz casi imperceptible, me atormentaban con la idea de una separación próxima y eterna.
Rafael movía la cabeza negativamente, conmovido por el recuerdo de su padre, convencido por las razones del viejo, pero resuelto a resistir. No, y no; la suerte estaba echada; él seguiría su camino. Estaban bajo los árboles de la Alameda.
Esta cantidad debía encontrarse parte en dinero, en su casa, y el resto debía completarse con la venta de sus trajes, sus alhajas y sus muebles. Quevedo leyó conmovido este testamento, y sobre todo una cláusula en que Dorotea le constituía su albacea único y le suplicaba tomase en amor suyo, en memoria suya, la prenda que más quisiese de lo que dejaba.
D. Laureano andaba conmovido con los ojos hermosísimos de aquella chula sentada cerca del mostrador. Mientras tomaba el café a breves sorbos no apartaba la mirada de ella, sin atender poco ni mucho a la conversación de sus compañeros.
Cuando entró de nuevo en el Saloncillo, grandemente perturbados halló a sus cotidianos tertulios con la nueva que acababa de traer Severino el de la tienda de quincalla: «¿No saben ustedes lo que pasa, señores?» Todos se levantan y le cercan. El comerciante habla visiblemente conmovido. Esta noche han robado y asesinado a don Laureano. ¿Qué don Laureano, el de la quinta?
Palabra del Dia
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