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Actualizado: 29 de junio de 2025


No, existe en los dos polos, en los mares Antárticos y en los de la Siberia así como en nuestros mares y en todos. Es la electricidad común que despiden en tiempo borracoso esas aguas semi-vivientes, inocente y pacífico rayo de que son conductores inocentes todos los seres marinos. Lo aspiran y espiran, restituyéndolo con largueza al morir. El mar lo da y vuelve á tomarlo.

Se necesita ser ciego para no ver el poderío de estos monarcas mundiales, cuyos abuelos fueron leñadores, barqueros o míseros prestamistas. Antes, los conductores de pueblos hacían la guerra a su capricho o por desavenencias de familia, siempre que les daba la gana.

Empujáronse los viajeros en las inmediaciones de la escala, que descansaba ya sobre el muelle. Todos querían salir a un tiempo, como si a sus espaldas se desarrollase un peligro, y apenas pisaban tierra llamábanse unos a otros, formando grupos. Caminaban con lentitud, cual si extrañasen el suelo firme, aceptando inmediatamente las ofertas de los guías y los conductores de automóviles.

La calle, con sus tiendas estrechas y lóbregas y sus casas de poca altura, hacía recordar la tortuosa vía de una población árabe. Algunas carretas permanecían detenidas á las puertas de las tabernas, moviendo los bueyes sus colas y bajando las testuces pacientemente, mientras adentro gritaban los conductores ante los vasos de vino.

Lo curioso es que los tres conductores del loco inofensivo llevaban tambien á su cargo otro furioso, á quien habian encerrado en una pieza de la estacion miéntras llegaba el momento de entrar al tren. Este segundo hablaba nada menos que de serios proyectos de asesinar al Anticristo, y mostraba los puños como un endemoniado, lanzando miradas lenas de cólera sombría.

Aquellos nuestros compatriotas, familiarizados con ellos por huir del castigo de sus delitos, sirven de guia unas veces, y otras de verdaderos conductores; á los cuales no solo protejen los indios, sino que á viva fuerza defienden sus personas, si algunas veces perseguidos se acojen á sus toldos, como repetidamente se ha visto y yo lo he experimentado.

El mar estaba agitado, «venía mucha agua», según la expresión de los viejos marineros de la playa, y los conductores de las lanchas ocupadas por los ruiseñores exóticos iban a poner a prueba su habilidad. Al menor descuido la ola estrellaba la embarcación contra las rocas o el muelle y el mundo perdía algunos millares de sis bemoles.

Iban delante cuatro hombres explorando el camino y separando la nieve, y otros cuatro conducían el féretro. Yo seguía solo a mi madre, por las huellas que mis conductores dejaban sobre la nieve que en algunos puntos nos llegaba hasta la rodilla. Sólo el silbido producido por el viento norte se dejaba oír en aquellas soledades.

Muchos de aquellos hombres habían estado en Jerez muy contadas veces, desconocían las calles y seguían a sus conductores con la docilidad de un rebaño, pensando con inquietud en el modo de salir de allí si les obligaban a escapar. La avalancha negra y muda avanzaba con sordo tropel de pasos que conmovía el piso. Cerrábanse las puertas de las casas, apagábanse las luces en las ventanas.

Un alto en la marcha era lo único que le hacía perder la calma. Aprisa, hijos míos decía á los conductores del cadáver que hoy aún me quedan tres. Tengo trabajo en Galdames y en la Arboleda. Muchas veces llegaba la obscuridad antes de que terminase su tarea de acompañar muertos por veredas y desmontes.

Palabra del Dia

irrascible

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