United States or British Virgin Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


Llamó a Moyna, su segundo, y le dijeron que había muerto; llamó al comandante de la primera batería, y éste, aunque gravemente herido, subió al alcázar y tomó posesión del mando. »Desde aquel momento la tripulación se achicó: de gigante se convirtió en enano; desapareció el valor, y comprendimos que era indispensable rendirse.

»Si tal es la voluntad del señor Duque dijo luego, ni la razón, ni las lágrimas, ni los ruegos conseguirán vencerlo. »Teobaldo y yo comprendimos que tenía razón, y guardamos silencio. Carlos continuó: »Por mi parte, ni aun ensayaría el hacerle cambiar de modo de pensar; sería inútil. »¿Qué haría usted? »Me dirigiría a un poder superior al suyo.

La marinería de nuestra embarcación era india pura, incluso su patrón, quien varias veces varió el rumbo, atribuyéndolo nosotros al principio á descuido, pero más tarde comprendimos que la caña del timón obedecía más bien al temor que le dominaba, tan luego supo que nuestro principal objeto era visitar las Cuevas de las Calaveras; afortunadamente nos acompañaba un amigo que conocía la situación de las más notables de aquellas, y repetidas veces enmendó la derrota con visible disgusto del patrón, antiguo y marrullero hombre de mar, ya entrado en años, con más cabellos blancos que negros, más supersticiones que dientes, más consejas que verdades y más escapularios que virtudes.

Los dos comprendimos, sin embargo, que era él. ¿De veras no es V. Pelayo del Castillo? No señor. Después de comunicarnos en voz baja nuestra opinión contraria, sacamos cada cual una moneda del bolsillo. Tome V. No señor repuso rechazándolas con la mano y el gesto yo no puedo aceptar eso..... yo no les conozco a ustedes. Somos dos aficionados a las letras; tome V.

De esta manera comenzó nuestra correspondencia. Yo la estimulé; advertía en usted una criatura delicada y maltratada por la vida. Nos comprendimos. LEONIE. ¡Oh! ¡Te aseguro que te había comprendido...! ¡Eras tan atento y tan dulce...! Cuando tenía algún pesar, me consolabas con las palabras necesarias. Será una estupidez, pero llegué a enamorarme de ti... ¿No te disgusta que te lo confiese...?

Y ahora veamos el supuesto conflicto mío por otra cara. Cierto que, decidido yo a casarme por cálculo y a sangre fría, al echarme a la calle en busca de mujer, no hubiera trepado a las alturas del «gran mundo», ni elegido entre las que tienen madres de las que pueda decirse lo que se dice de la madre de Luz; pero aquí han pasado las cosas muy de otro modo: yo no he salido de mi casa para olfatear una novia por esas calles de Dios. Luz y yo nos encontramos por obra de una casualidad, o porque estaba decretado así...; creo que fue porque estaba decretado. El hecho es que nos encontramos, que nos comprendimos y que nos amamos, y que Luz, que me había deslumbrado por hermosa, acabó de enloquecerme por buena, por inocente..., por santa. Resulta ahora que esta Luz sin tacha es hija de una madre llena de pecados, y que aunque la hija los ignora y es incapaz de cometer otros semejantes, yo debo renunciar a ella por los que su madre ha cometido.

A los tres o cuatro meses de instituida aquella sabia y nobilísima Sociedad, comprendimos la urgencia de tener un órgano en la prensa, y resolvimos incontinenti fundarlo. Había de ser semanal y titularse La Abeja.

Al ver al pobre cabezang Pedro, comprendimos todo lo grave que es el estar malo en Tayabas. Y en efecto, lo estaba tanto, que murió aquella misma noche. Nuestro amigo el doctor nos dijo que el frío y el calor, no era ni más ni menos, que una fiebre maligna.

Hablemos con juicio, Catalina mía. ¡Juicio! no si lo he tenido alguna vez; pero ahora sólo tengo amor y miedo de que te me vayas. No puedo irme; aunque estuviésemos separados, aunque , lo que Dios no permita, murieses, yo no me vería libre; tu memoria... la memoria de mi felicidad perdida, de mi corazón muerto... ¡Ah! ¡don Francisco! ¡por qué antes no nos comprendimos!

Cuando pasamos el Inn, ya presumíamos que se preparaban grandes cosas; al internarnos en la Moravia, después de la acción de Hollabrünn, comprendimos que el ejército ruso-austriaco nos iba a presentar batalla formal. Lo que no estaba reservado a nuestras cabezas era el discurrir si tomaríamos la ofensiva o si operaríamos a la defensiva.