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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Sabían que su voz era la del Sinaí, que por su boca hablaban los profetas del oficialismo, porque era compadre y socio en primer grado del ministro Eneene, de aquella encanijada personilla que había subido a la poltrona ministerial a gatas, y convertido el despacho en pulpería; forzosamente, tenía que saber algo, que conocer el pensamiento luminoso y la fórmula salvadora de los pastores del asustado rebaño: el lobo estaba ahí y la hora del banquete iba a sonar.
Su compadre debía creerle a él, que era hombre de experiencia y había visto mucho. ¿La política...? una farsa; un oficio de volatineros. ¿El Ayuntamiento...? una cueva de ladrones; todos los que entraban en la «casa grande » era para robar. El otro le interrumpió.... ¡El Ayuntamiento...! Ahí estaba el toque. ¡Que le fueran a él con Ayuntamientos!
Quince días serían pasados, según es pública voz y fama, que el asno faltaba, cuando, estando en la plaza el regidor perdidoso, otro regidor del mismo pueblo le dijo: ''Dadme albricias, compadre, que vuestro jumento ha parecido''. ''Yo os las mando y buenas, compadre -respondió el otro-, pero sepamos dónde ha parecido''. ''En el monte -respondió el hallador-, le vi esta mañana, sin albarda y sin aparejo alguno, y tan flaco que era una compasión miralle.
¡Yo verdugo, y de mi propia, interesante e inocente persona!, ¡yo mi propio Herodes! ¡Dios me libre, bella ingrata! contestó Rafael . Viviré para ver y gozar de tu arrepentimiento y para reemplazar a tu Luis Triunfos, si se le antoja ir a jugar al monte con su compadre Lucifer, en su reino.
No, hijo contestó la señora con blandura, no vengo a pedir limosna. ¿Tengo yo facha de pordiosera? Si el señor no está, dime dónde puedo encontrarle, porque necesito verle con urgencia. Pues el patrón... estará en casa de su compadre, calle de Entre Ríos. Apuntó el número misia Casilda, y bajó aprisa; ni tranvía ni coche a mano tampoco esta vez: anda, anda, anda.
Hombre, ¿cree usted que una mujer con esos ojos asesinos... y ese aire... y esa gracia, ha nacido para encerrarse en un claustro? Alzó los hombros desdeñosamente. ¿Y no tiene usted más datos que esos para creer lo contrario?... Es poco, compadre dijo, dando un chupetón al cigarro y soltando el consabido chorrito de saliva.
El hijo de Pelayo le desprecia a usted, compadre. Aquella tarde, luego que nos sentamos, entabló conversación diciendo: Parece, amigo Sanjurjo, que le veo a usted un poco melancólico. Durante el almuerzo no ha hablado usted nada. ¿Estará usted por ventura enamorado? En la entonación de la pregunta y en la sonrisa con que la acompañó comprendí que algo sabía, y me puse colorado.
Cuando me casé con ella la finca en que vivís estaba hipotecada. Yo la he desempeñado con mi dinero y al marcharme se la he dejado sin reclamar un centavo. Ya os he hecho, pues, bastante regalo. Pero oye, Fabriciano, ¿la finca no ha producido nada en los diez años que el padre la ha explotado? ¿Que si ha producido, compadre? ¡Una mina de oro! ¡El oro en pepitas, niño!
El compadre miraba el horizonte. Antonio, cambia el viento. Ya lo noto. Tendremos mar gruesa. Lo sé; pero ¡adentro! Alejémonos de todos estos que barren el mar. Y la barca, en vez de ir tras las otras, que seguían la costa, continuó con la proa mar adentro. Amaneció.
Cuando se le hace una proposicion, por halagüeña que sea, vacila un momento, guarda silencio con aire cazurro, se rasca una oreja y acaba por decir: «Compadre, lo pensaremos.» Ninguno le arrancará jamas una resolucion improvisada ó una respuesta categórica por sorpresa.
Palabra del Dia
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