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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Mi mujer es quien las ha preparado. Va usted a probar cosa rica. Su mujer, ¡ah! las había preparado pero se le había olvidado ponerles el azúcar. ¿Qué quieren? La vejez vuelve a uno distraído. ¡Pobre Mamette mía! sus cerezas eran malísimas, a pesar de lo cual yo me las comí todas sin pestañear, no dejando de ellas ni los rabos.

Una vez resuelto que me ejecutarían al día siguiente, la única idea que se apoderó de fue la de morir con serenidad y entereza; y en efecto, demostré, al decir de todos los que me rodeaban, un gran carácter durante las horas de la capilla. Comí y dormí tranquilamente, y pasé algunos ratos departiendo con los redactores de La Correspondencia.

Y triste y desabrida, como si le remordiese la conciencia, hizo un gesto imperioso a las hermanas, y salió con ellas de la estancia. Suárez siguió tocando y cantando; pero yo, presa de extraña y dulce inquietud, me salí a dar una vuelta por el pueblo, y no comí hasta muy tarde.

Miquis lo conocía y le pasaba la miel por los labios, contándole cosas estupendas, algunas de ellas falsas, y describiéndole aquellos apartados mundos donde ella no podía penetrar sino con la fantasía, mejor aún, con su ferviente anhelo. «Hace pocas noches le dijo comí en casa de la duquesa con tu Pez. Parece que se va a nadar a la Habana, porque aquí se queda en seco.

Me llamaron a comer, sentéme a la mesa y no comí, ni siquiera supe disimular bien las inquietudes que eran la causa de ello delante de mi tío que no me quitaba ojo; inventé para tranquilizarle una mentira sandia y mal zurcida, y al fin me levanté de la perezosa, dejando al pobre señor persuadido de que mi resignación estaba a punto de agotarse en presencia de aquel negro temporal.

Yo, bien lo sabe Dios, me comí la feura al conocerlo; pero el hombre, es la verdá, no acanza los imposibles..., y si ha hubío falta, perdonar, que lo que es la voluntá no ha podío ser mejor; y cinco años que llevo en la cabaña cantan bien claro si cumplir con mi deber. Sastifecho contestó el interpelante con la misma formalidad que Garabiel Pernías.

3 No comí pan delicado, ni entró carne ni vino en mi boca, ni me unté con ungüento, hasta que se cumplieron tres semanas de días. 4 Y a los veinticuatro días del mes primero estaba yo a la orilla del gran río Hidekel; 5 y alzando mis ojos miré, y he aquí un varón vestido de lienzos, y ceñidos sus lomos de oro muy fino;

Confieso, sin embargo, que era imposible salir de otro modo. ¿Desde que está usted en Londres, ha visto á Sorege? preguntó Tragomer. Comí ayer con él en casa de Harvey. Se habló de usted y con magnífica impudencia, le estuvo elogiando. Paciencia; no me elogiará siempre. Esta es una cuenta pendiente entre los dos, que yo me reservo.

Dieron en darme de comer cuanto ellos podían, y gustaban de ver que cuando me daban nueces o avellanas, las partía como mona, dejando las cáscaras y comiendo lo tierno. Tal hubo que, por hacer prueba de mi habilidad, me trujo en un pañuelo gran cantidad de ensalada, la cual comí como si fuera persona.

Santa Cruz tomó un tono muy plañidero para decirle: «¡Y yo tan estúpido que no conocí tu mérito!, ¡yo que te estaba mirando todos los días, como mira el burro la flor sin atreverse a comérsela! ¡Y me comí el cardo!... ¡Oh!, perdón, perdón... Estaba ciego, encanallado; era yo muy cañí... esto quiere decir gitano, vida mía.

Palabra del Dia

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