Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 1 de junio de 2025
La casa esa blanca, yo la derruía, y a René Colignon lo ahorcaba de lo más empinado de la torre de la catedral. Dices que el hombre es hombre superior cuando se convierte en un mecanismo perfecto; vaya, cuando deja de ser hombre. Pues yo no quiero ser hombre superior. No quiero emanciparme de supersticiones. Quiero sentirme vivir; y no me siento vivir sino porque sé que puedo morir.
Pero Belarmino, húmedos los ojos, la voz opaca, extiende un brazo, y dice: Ahora, no; ahora, no. Otro día hablaremos; hablaremos, mi muy querido señor Coliñón; hablaremos hasta que el corazón se nos derrita en saliva, y la saliva en palabras, y las palabras en el viento. Levántase Belarmino y va a ocultar su emoción detrás del macizo de laureles. La hermana Lucidia y el señor Colignon se retiran.
No; lo pedí yo prestado, porque lo vi encima de una mesa. ¿Y cómo es que se titula? No se enterará usted, porque está en latín. Pero, tú, tú, ¿comprendes latín? Llegaré a tener intuición con él; por ahora, sólo me es saludable. El señor Colignon se retiró pensando: «No tiene remedio el pobre hombre.» La apertura de la nueva zapatería causó inolvidable sensación y pasmo descomunal.
Ya que el señor Colignon terminó de sahumar el ambiente con aquel copioso rebase de optimismo, Belarmino quedó un punto en suspenso, temeroso de que su interlocutor solicitase por último el significado de la palabra bilateral aplicada al establecimiento de zapatería.
Está ahora con los ojos obstinadamente humillados, por no recibir en ellos la imagen del abdomen, rotundo y endemoniadamente evocador, del señor Colignon. Pero, ¡mi Dios! exclama riendo el recién llegado , que ya le será a usté bien difícil olvidar y disimular.... Esta es una sucursal de la Rúa Ruera de otras veces. Belarmino está aquí; Apolonio está aquí; el usurero está aquí; usté está aquí.
El aliento húmedo de la tierra se le mete al señor Colignon hasta los huesos, y experimenta un escalofrío hondo.
Entretanto podemos comer pasteles, Dios sea bendecido. Y el señor Colignon se ríe como siempre, con glogó de pavo y trepidación de estómago. Prosigue. Yo veo ya que hacen falta aquí judías y garbanzos y aceite. Tanto mejor para comer pasteles. Dios se lo pagará, señor Coliñón. Antes dejaría de salir hoy el sol que usted de aparecer con su agasajo pascual.
Como antes de penetrar el señor Colignon le anunció, al modo de heraldo, un resplandor rojizo y canicular, Belarmino se apresuró a esconder el libro y el cuadernito de notas. Oh, monsieur le cordonnier!
El hervor que se movió en el recinto torácico del señor Colignon ya no fué glogló de pavo singular, sino greguería de piara navideña. Abrazaba una y otra vez a Belarmino, diciéndole, en los ojos lágrimas provocadas por la risa: ¡Que tú eres grande, monsieur le cordonnier, que tú eres grande! Las regocijadas zalemas del señor Colignon no enojaban a Belarmino; antes le producían emoción y halago.
Milagro que no se les ocurre inventar una máquina para hablar y otra para escribir, o cualquiera otro disparate....» Volvió en seguida al camino recto de sus cavilaciones. La cuestión era que aquello no tenía igua. Con el buen Colignon no había que contar.
Palabra del Dia
Otros Mirando