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Actualizado: 11 de julio de 2025
Más allá, parados, con los pies cruzados, un pucho coronando la oreja, medio perdido entre una mecha rebelde que se escapa del sombrero descolorido y ajado, están los gauchos pobres y menos considerados, con sus chiripás rayados, sus camisetas de percal y sus rebenques colgados en el mango del facón, atravesado en la cintura y que asoma por sobre el culero fogueando por el lazo o por bajo el tirador, cuando más sujeto por una yunta de bolivianos falsos.
Muchos llevaban colgados de los hombros por correas charoladas magníficos gemelos para que no se les escapasen los mínimos detalles del paisaje. Y abundaban asimismo los bastones alpestres como si marchasen a alguna expedición peligrosa al través de las montañas. El tren especial constaba de dos coches-salón, un sleeping-car y un furgón.
Subió al principal, y de puerta en puerta exhortaba a los grupos de mujeres que allí estaban peinándose. «A las doce... que no vea yo aquí estos corrillos, ¿estamos? Y barrerme bien todo el corredor. La que tenga velas que las saque; la que tenga flores o tiestos bonitos que los lleve allá... Y todos estos pingajos que aquí veo colgados, están ahora demás».
Apenas podía leer la enmarañada escritura del autor de Prometeo. Los sonidos equivocados, que eran los más, le desgarraban los oídos. El tono era difícil, y anunciaba sus asperezas una sarta de infames bemoles, colgados junto a las dos claves, como espantajo para alejar a los profanos. No obstante, ayudado de su voluntad firme, de su anhelo, de su furor músico, Miquis tocaba.
Veo todavía aquel teatro célebre de cuentos y juegos inolvidables; los seis antiguos grabados ingleses de sus paredes, colgados con poco esmero; seis escenas de los romances de Waverley, amarillentos y mareados entre sus maltratados marcos, casi siempre torcidos, pendientes de sus clavos desiguales.
Un toldo que da sombra á parte del patio, bajo el cual toca la música; vistosas colgaduras en todos los bastidores de la casa; sinnúmero de faroles de todas formas, caprichos y tamaños, colgados, atados ó sostenidos donde quiera hay un clavo, un agujero, una rama ó un pequeño espacio, completan el adorno de aquella casa, que por su alegría y aglomeración de cosas y objetos, revela que sus amos están dispuestos á echarla por la ventana.
Ofrecía, por la estación en que nos hallamos, un tono amarillo que los rayos del sol tornaban brillante y dorado. Los castañares y los bosques de hayas, con su follaje gualdo y verde, semejaban grandes telas de brocado extendidas sobre los collados y las montañas. Los blancos caseríos colgados aquí y allá, unos enfrente de otros, se enviaban un saludo matinal.
Las antiguas casas solariegas mostraban sus grandes puertas cerradas; en algunos portales, convertidos en talleres de curtidores, se veían filas de pellejos colgados y en el fondo el agua casi inmóvil del río Ega, verdosa y turbia. Al final de esta calle se encontraron con la iglesia del Santo Sepulcro y se pararon a contemplarla.
Como el Bajá se entregó en la fuerza, tardó ocho días allí hasta que llegaron cinco galeras que habían ido á Túnez por bizcocho. Fuese luego á hacer agua y tomó el camino de Trípol, donde entró con gran gazara y grita, colgados nuestros estandartes y banderas, lo de abajo arriba, en las popas y entenas de las galeras.
La sala era una estancia cuadrada bastante capaz y casi tan desmantelada como el resto del edificio: un sofá de paja, una docena de sillas, una consola de caoba con pequeño espejo de marco dorado encima y algunos cuadros colgados de la pared componían todo su mobiliario. La hermana tomó la guitarra luego que todos nos hubimos acomodado en las sillas, y comenzó a rasguearla dulcemente.
Palabra del Dia
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