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Actualizado: 6 de mayo de 2025
El otro día cogieron los hijos del aperador de mi padre un nido de gorriones, y al ver yo los pajarillos sin plumas aún y violentamente separados de la madre cariñosa, sentí suma angustia, y, lo confieso, se me saltaron las lágrimas.
Como que me cogieron en una hora tonta, y yo, muerta de ansiedad y de susto, no sabía lo que me hacía. Pues un señor del Museo me dijo después que el cuadro no valía menos de diez mil reales... ¡Ya ves qué gente! No sólo desconocieron siempre la verdadera caridad, sino que ni por el forro conocían la delicadeza.
¿Aquel gran lagarto? dijo Rita . Está allí porque lo cogieron sobre la bóveda del techo de la iglesia. ¡Ah! exclamó el barón, riéndose . Todo es gigantesco en esta catedral; ¡hasta los lagartos!
46 que hallando una preciosa perla, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró. 48 la cual estando llena, la sacaron a la orilla; y sentados, cogieron lo bueno en vasos, y lo malo echaron fuera. 49 Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, 50 Y los echarán en el horno de fuego. Allí será el lloro y el crujir de dientes.
Unos amigos del muerto cogieron el cadáver, llevándolo hasta una carreta para conducirlo al pueblo.
Eran los tejos unas piezas redondas muy anchas, amarillas, encarnadas y verdes, que despedian mucho brillo: cogiéron algunas, y eran oro, esmeraldas y rubíes, de tanto valor que el de ménos precio hubiera sido la mas rica joya del trono del Gran Mogol. Estos muchachos, dixo Cacambo, son sin duda los infantes que estan jugando al tejo.
Se cogieron del brazo otra vez, y Maltrana condujo a la joven a una galería de nichos, en lo más hondo del cementerio. Quiero enseñarte cómo acaban los hombres de talento, cómo reposan los que en vida tuvieron aduladores y fanáticos... Mira. Y después de una rápida busca con los ojos, le señaló un nicho, el más mísero de todos.
El jardinero y el cochero cogieron al joven el uno por los pies y el otro por los hombros, se le llevaron y le extendieron sobre unos almohadones, en la cochera, sin que recobrase el conocimiento. El cochero le lavó la cara para quitar la sangre que le desfiguraba y le puso bajo la nariz el vinagre que le servía para los caballos, pero nada de esto sirvió.
Sin embargo, á una señal de Fortunato, los jóvenes se cogieron del brazo y salieron. Por lo menos ahora estaban seguros de que nadie conseguiría separarlos. En el salón, Roussel y Clementina se examinaban en silencio. Quien los hubiera visto en este momento, difícilmente hubiera pensado que estaban bien dispuestos el uno para el otro.
Al huir del café, como si huyese de sí mismo, dejando a su madre y a sus hermanas ocupadas en agotar los sorbetes, sintió que le daban una palmadica en la espalda, y volviéndose conoció a Borrén, que ya hacía días estaba de retorno de Ciudad Real, contando que allí había unas chicas... hombre, ¡cosa notable! Se cogieron del brazo y se dieron a vagar por las calles, que no aconsejaba otra cosa la serenidad y hermosura de la noche de estío. Baltasar desahogó sus cuitas en aquel amigo pecho.
Palabra del Dia
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