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Pues qué, ¿es el campo de las letras dehesa de pasto para toda clase de pecus, ó jardín frondosísimo donde sólo los más delicados ingenios pueden hallar deleites y amenidades? Id, cocineros del pensamiento, á condimentar vulgares sopas y no sabrosos platos; que no es dado á tan groseras manos preparar los exquisitos manjares que se sirven en el ágape de los dioses

Esta dama hará venir de Inglaterra sus coches y sus caballos, y de Francia sus tocados y vestidos. Tal vez, recelando que una cocinera española la envenene, hará venir de tierra extranjera, conformándose con la opinión de un aristocrático vate, a Cierto químico excelente Que estudió y ganó la borla En el Café de París, De cocineros Sorbona.

Viendo esto uno de los Padres, se arrojó á las lanzas, y asiéndolas con las manos, detuvo el impetu, y con palabras graves y nerviosas contuvo la audacia, y hizo que se apartasen. Habiendose sosegado el tumulto, aunque los aguaderos, cocineros y todos los muchachos de los PP. otra vez anduviesen armados por la cocina, no se intentó cosa mayor.

Si se le decía que los cocineros son más caros y gastan más, respondía: Amigo, el que no sea rico que no coma. Por lo demás, él era socialista, pero en otras materias. Cuando entraron en la cocina los señoritos, Pedro volvió a su continente habitual, al gesto displicente que usaba con las criadas y con los caseros que traían las provisiones desde la aldea, remota a veces.

Algunos compañeros de viaje, comerciantes, diputados, arrieros, sirvientes, cocineros, ministros, diplomáticos, etc.

Dos docenas de hombrecillos, achicados por la lejanía, agolpábanse en la borda, con el torso desnudo, moviendo en alto sus casquetes blancos iguales a los de los cocineros. Se adivinaban sus gritos, absorbidos por el silencio del Océano, de los que no llegaba el más leve eco hasta el vapor.

»Mi cuerpo se rebela hace tiempo contra los repugnantes bodrios de nuestros cocineros, inmundos envenenadores del humano linaje. Yo sentía ha tiempo profundo rencor hacia los sastres, que serían capaces de ponerle casaquín, chupa y corbata al Apolo de Fidias si se lo permitieran.

La costumbre en que se han criado, su mucha sumisión y el miedo del azote son los que les hacen sujetar a ello; y así cuesta un sumo trabajo el juntarlos y conducirlos a las faenas. Para cada ocupación es necesario nombrar un cuidador; hay cuidadores de los tejedores, de los carpinteros, de los herreros, de los cocineros, de los sacristanes, de los carniceros y, en fin, de todos los oficios.

»Al acercarse a palacio, donde quiso entrar para ver al rey y a la reina, los centinelas le gritaron: «¡AtrásEntonces dio la vuelta y penetró por una puerta trasera en una pieza muy grande, donde vio entrar y salir mucha gente. Preguntó quiénes eran y supo que eran los cocineros de su majestad.

¡Ah, ah! dijo Quevedo , me había olvidado de que sois el rey de los cocineros y de los reposteros. Efectivamente, es necesario todo el apetito que yo tengo para tragar este engrudo. ¿Dónde me habéis traído? A la Hostería del Ciervo Azul. ¡A la hostería del Ciervo! exclamó con espanto Montiño . ¿Qué habéis querido darme á entender con eso? ¡Yo!