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Escucha exclamó Diana que ya seguía otra idea, vamos a estar bien ridículas al llegar a París: sombreros de paja en pleno noviembre... ¡Bah! los reporters de la moda no hacen guardia alrededor de las estaciones como en el Club Hípico.

Después se había reído preguntándole si había aprendido aquellos usos en el club de regatas. Esto le había irritado, le tenía propenso a no mostrarse con el Duque todo lo deferente y respetuoso que debía. En cambio, ella hacía días que se preocupaba con los preparativos para recibir al ilustre huésped. Por su consejo y dirección se había aumentado la servidumbre, poniendo librea a los criados.

Señores, aquí tenéis á mi amigo, al grande orador del club de Zaragoza, mi amigo y compañero. Los demás jóvenes, tanto viajeros como visitadores, rodearon al aragonés. Expliquemos. Cuando Javier estuvo en Zaragoza, trabó amistad muy íntima con Lázaro.

Sin embargo, para el viejo porteño que no ha salido nunca de Buenos Aires, o para el joven provinciano que recién llega de su provincia, el Club es, o era en otro tiempo, algo como una mansión soñada cuya crónica está llena de prestigiosos romances y en el cual no es dado penetrar a todos los mortales. Don Benito conocía la casa desde su fundación y gozaba en ella de una influencia única.

Frecuentaba la tienda de Calleja y el club de la Cruz de Malta; pero últimamente se aseguraba que pertenecía á la tenebrosa sociedad de los Comuneros, aunque él lo negaba. Lo cierto es que en la Fontana sospechaban de él, no sabemos si con fundamento.

No podías llegar más á tiempo. ¿Y los amigos de Zaragoza? ¿Pero de dónde vienes? ... ¿Y el club ... y nuestro club? ... Ya sabes que nos lo disolvieron. Hace seis meses que estoy en Ateca. ¿Y estarás mucho aquí? Siempre! Bien. Aquí la juventud, la vida. Y si he de decirte la verdad ... hacemos falta. ... ¿oh?

Todas las tardes, al anochecer, reuníanse allí los amigos de don Eugenio, la mitad de los cuales vestían sotana y pertenecían al clero de San Juan. A pesar de esto, la tal reunión era casi un club, que en épocas como aquélla tenía su carácter peligroso.

La mesa del círculo le restableció insensiblemente, por más que no se privaba de nada. El incentivo del juego le retenía bajo la férula de su protector. Los abonados del club jugaban al whist y al écarté con un cierto atrevimiento, pero sin intemperancia; rara vez se pasaba de un luis por puesta; no era, pues, una distracción peligrosa para un millonario.

¡Eso no se pregunta, hombre! exclamó la dama con voz irritada . Mira, Pepe; eres hombre de corazón y tienes inteligencia; pero te hace muchísima falta un poco más de refinamiento en el espíritu para que comprendas ciertas cosas. Debieras dedicar menos horas al club y a los caballos y procurar ilustrarte un poco.

Cada café es un club de centenares de grupos, que entra en actividad desde las siete ú ocho de la noche. En cuanto á los hombres, con excepcion de los ministros, los diplomáticos, los rezanderos y los duques, todos los de buena sociedad se reunen allí.