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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Al abrigo de ella paseaban desde tiempo inmemorial los muchos clérigos que son principal ornamento de la antigua corte vetustense; por invierno de dos a cuatro o cinco de la tarde, y en verano poco antes de ponerse el sol hasta la noche. Era aquel un lugar, a más de abrigado, solitario y lo que llamaban allí recogido, pero esto cuando la Colonia no existía.

A lo que decís que os manda quitar vuestras haciendas, haced vuestros hijos mercaderes para que les quiten las suyas; y á lo que decís que os quitan la vida, haced vuestros hijos médicos é apotecarios para que les quiten las suyas; y á lo que decís que os destruyen vuestras sinagogas, haced vuestros hijos clérigos para que les profanen y destruyan su religion y templo.

Fijme, Sinforoso, ¡que allá va socojo! le volvió a gritar acercándose rápidamente. Los clérigos, oyendo la voz de aquel odioso y terrible enemigo de la Iglesia, soltaron la presa; pero enardecidos por el combate, trataron de hacerle frente poniéndose en línea de batalla con los bastones en alto. Al divisarlos Peña, se estremeció de ira y de gozo al mismo tiempo. ¡Son curas!

El abad de Boán los descorrió impetuosamente, el Tuerto sacó la tranca, giró la llave en la cerradura, y clérigos y seglares se lanzaron contra la canalla sin avisar ni dar voces, con los dientes apretados, chispeantes los ojos, blandiendo látigos y esgrimiendo garrotes.

Y vm., señor Martín, le dixo al docto, ¿qué piensa de todo esto? ¿qué opinion lleva cerca del mal físico y el mal moral? Señor, respondió Martin, los clérigos me han acusado de ser sociniano; pero la verdad es que soy maniquéo. Ese es cuento, replicó Candido, que ya no hay maniquéos en el mundo. Pues yo en el mundo estoy, dixo Martin, y es la realidad que no está en mi creer otra cosa.

La otra con su santidad es quien les lleva y trae los recaditos. Inés me dijo con dulce ironía: Celebro mucho que esté usted tan decidido a seguir la carrera eclesiástica. Hace usted bien, porque hoy no hacen falta militares, sino buenos clérigos. El mundo está tan pervertido, que no lo curarán las espadas sino las oraciones.

Algunos clérigos, con sobrepelliz, se movían aceleradamente entre el concurso, arreglando los preparativos.

Sin necesidad de decírselo, ni por señas, acudieron ambos a una cita.... Se encontraron a poco en el salón de doña Petronila Rianzares donde habían muchas señoras y tres clérigos. Allí se había reunido la flor y nata de lo que llamaba El Alerta «el elemento levítico» de la población.

Desde don Rosendo hasta el último criado, se mostraban con ellos atentos, deferentes, no cariñosos. Ventura no lo advertía, y si lo advertía le importaba poco. Volvamos ahora la vista a los asuntos más interesantes de la vida pública de Sarrió. Ganada aquella noble victoria de los clérigos, las cosas del Faro de Sarrió, procedían bien y prósperamente.

Hasta el día en que nació este sentimiento en el misterio de su alma, nunca había mostrado preferencia por ninguno de los clérigos que servían la parroquia; antes bien juzgaba con severidad las de sus compañeras, que eran motivo de rivalidades y discordias entre partidarias del uno ó del otro padre.

Palabra del Dia

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