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Actualizado: 16 de junio de 2025
Amparo sentía mucho frío cuando Baltasar llegó. Sentose este al lado de la muchacha, que le presentó un paquete de sus cigarrillos predilectos, emboquillados, bastante largos, liados con gran esmero. Baltasar tomó uno y lo encendió, chupándolo nerviosamente con rápidas aspiraciones.
Estos cigarrillos, compuestos de hierbas aromáticas y de plantas calmantes en infusión con una disolución de yodo, haciendo llegar el medicamento hasta los pulmones, acostumbraban a los órganos más delicados a la presencia de un cuerpo extraño y preparaban al enfermo para aspirar el yodo puro a través de los tubos del aparato.
El yodo triunfa en algunos casos; los señores Piorry y Chartroule lo emplean con éxito. ¿Usted será tan amable que nos envíe el aparato del doctor Chartroule y una provisión de cigarrillos yodados? Todo lo encontrará en la farmacia Dublanc, calle del Temple, al lado del bulevar. El amoníaco también da buenos resultados; pero el único remedio con el que se pueda contar seriamente, es un milagro.
Suspiraba y le corrían las lágrimas por la cara abajo. Había llegado ya a tal punto su azoramiento, que no daba pie con bola. Entre tanto los dos curas estaban en la sala, fumando cigarrillos, las canalejas sobre sillas, groseramente espatarrados ambos en los dos sillones principales, y hablando sin cesar del mismo tema de las oposiciones de Sigüenza.
¿Ha visto usted últimamente á doña Enriqueta? ¿Me pregunta usted por la Infanta? contestó el coronel gravemente . Sí; ayer la encontré en el atrio del Casino. ¡Pobre señora! ¡Si esto no es una lástima!... ¡Una hija de rey!... Me contó que sus hijos no tienen qué ponerse. Ella debe doscientos francos de cigarrillos en el bar de los salones privados. No encuentra quien le preste.
Pensó que era necesario buscar una mujer para que la arreglase y guisase la comida, y tuvo intención de llamar á Joselillo para enviar por ella; mas se contuvo: no había prisa: lo mismo sería al día siguiente. Bajó al cabo á la tienda, se desayunó y se puso á fumar cigarrillos.
Poetas, pintores, apaches, inventores... En los cristales amarillentos se reflejaban las chalinas y las pipas, y, a veces, como una aparición de balada germana, la linda cabecita de paje rubio de Betina Jacometi, una genial pintora holandesa, a quien la policía metió en la cárcel sin más razón que la de fumar cigarrillos por las calles y ser muy extraña.
Entendamos la existencia como una respetable señora que anoche, cuando más se movía el buque y en esta última cubierta había una obscuridad que metía miedo, chillando el viento como mil legiones de demonios, se escandalizaba de que muchos hombres fuesen al comedor sin smoking y las artistas alemanas fumasen cigarrillos en el invernáculo.
Y más lejos, atrás de todos, el mayordomo Luis Morel, siempre apurado, perseguido por el ordenanza, su rival, que iba lanzando pullas agudas contra el ministro, y analizando su costumbre de tener cigarrillos para su uso y otros para convidar, y de alumbrarse con vela durante el día, teniendo el despacho casi a oscuras!
Era de los que subían á su estudio en las tardes de invierno, atraídos por la caricia roja de la estufa y los vinos facilitados ocultamente por la madre. Tronaba el español ante la botella liberalmente renovada y la caja de cigarrillos abierta sobre la mesa, hablando de todo con autoridad. Una noche se quedó á dormir en un diván. No tenía domicilio fijo.
Palabra del Dia
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