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Actualizado: 16 de julio de 2025
La primera impresión fué terrible, todos creyeron que las partidas de alzados que merodeaban por aquellos lugares les habían tendido un lazo para capturarlos vivos; pero poco á poco fuese aclarando el misterio, y se pudo ver lo que había producido aquel espantoso choque: era un toro que se paseaba por el puente y al que la velocidad con que marchaba la cigüeña le impidió salir de él.
La cabeza del ciego nadador se interpuso en su camino... Un choque. «¡Padre San Vicente!...» Y Caragòl desapareció con la cabeza roja y la boca llena de sal. Ferragut no quiso imitar esta natación. La tierra estaba muy lejos para los brazos de un hombre: imposible llegar á ella.
Caprichos, veleidades de la fortuna, del «hado» quizás..., porque el marqués estaba persuadido de que a los «hombres públicos» los forman las circunstancias, un momento de la vida, un «choque fortuito», de la piedra contra el acero, que hacía brotar la luz de repente. Así entendía el «hado» el buen marqués.
Sus ojos se abrieron desmesuradamente, como si acabase de sufrir el choque de una sorpresa pavorosa. ¿Qué traje has sacao? Garabato señaló a la cama, pero antes de que pudiese hablar, la cólera del maestro cayó sobre él, ruidosa y terrible. ¡Mardita sea!
En aquellas armaduras de caballeros los grandes brazos telegráficos, las pesadas piernas colgantes, causan la triste impresión de un ser descentralizado, impotente y vacilante, que un ligero choque bastaba á derribar. En el crustáceo, por el contrario, los apéndices están tan cercanos y unidos á la masa rechoncha, tupida, que el más pequeño golpe que asesta lleva el empuje de todo el cuerpo.
Tú te refieres á los submarinos, Tòni, á los pequeños submarinos que existían al empezar la guerra: cigarros de acero frágiles, que navegan mal á ras del agua y pueden abrirse al menor choque... Pero ahora hay algo más: hay el sumergible, que es como un submarino resguardado por un casco de barco, el cual puede marchar oculto entre dos aguas y al mismo tiempo puede navegar sobre la superficie mejor que un torpedero... Tú no sabes de lo que son capaces los alemanes.
El ruido es mareador y se siente en el aire una trepidación incesante; el repiqueteo de los cascos, el vuelo sonoro de las ruedas, parece a cada instante aumentarse. Temeríase a cada momento un choque, un fracaso, si no se conociese que este inmenso río que corre con una fuerza de alud, lleva en sus ondas la exactitud de una máquina.
Especialmente en los hermosos días de primavera, cuando la suave y tibia atmósfera está cargada de vapores disueltos, los viajeros hablan poco y miran mucho. Saben que el alud no espera más que un choque, un estremecimiento del terreno ó del aire, para ponerse en movimiento.
Era para él ordinario y lógico que la pequeña Bélgica venciese á la colosal Alemania: una repetición del encuentro de David y Goliat, con todas las metáforas é imágenes que este choque desigual había inspirado á través de los siglos.
Los alemanes, lo mismo que los franceses, no hacían fuego; el ataque se verificaba en silencio; un choque de bayonetas, un ruido de culatazos interrumpidos de vez en cuando por algún tiro suelto, gritos de ira, recias pisadas y voces indistintas: no se oía nada más.
Palabra del Dia
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