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Actualizado: 21 de junio de 2025


Algunas veces he subido y bajado este camino con un cesto bien grande de ropa sobre la cabeza cuando venía á lavar con Flora profirió alegremente la joven. Flora está en Entralgo. ¿Está en Entralgo? Habrá venido á ayudar á doña Robustiana... Como ahora ya está el amo ahí... ¡No se alegrará poco de verme! ¿Pero no sabes lo que ha pasado hace pocos días? Demetria no sabía nada.

Cuando se entraba en el salón, en aquella noche fresca de la primavera, con todos los balcones abiertos a la noche, con tanta hermosa mujer vestida de telas ligeras de colores suaves, con tanto abanico de plumas, muy de moda entonces, moviéndose pausadamente, y con aquel vago rumor de fiesta que comienza, parecía que se entraba en un enorme cesto de alas.

El vendimiador es un muchacho visto de frente andando, sonriente, trayendo un racimo de uvas en la mano derecha y en la izquierda un cuchillo: tiene junto a un cesto lleno de uvas y la figura, de tamaño algo menor que el natural y cortada por bajo de la cintura, destaca sobre un trozo de paisaje sombrío.

Después que hubo cortado, a su juicio, las suficientes flores, fue a sentarse en un banco de piedra a la sombra, y poniendo el cesto a su lado y sacando un ovillo de hilo, se dispuso con gran calma a hacer un ramillete. Tomó primero una magnífica rosa blanca de las llamadas de , le quitó todas las espinas y foliolos y ató en torno suyo una serie de hojas de malva.

Tal vez le damos de almidon un cesto, Tal de algarrobas con que el vientre llena, Y no se estriñe, ni se va por esto. Sea, le respondi, muy norabuena, Tieso estoy de celebro por ahora, Vaguido alguno no me causa pena. La nuestra en esto universal señora, Digo la poesia verdadera, Que con Timbreo y con las musas mora,

Otra, al lado opuesto de la composición y sentada de espaldas al espectador, desenreda con la mano izquierda la madeja enmarañada en una devanadera sosteniendo en la derecha el ovillo, en tanto que parece oír lo que le dice una jovencilla que se le acerca trayendo un cesto.

Traía el cesto bien repleto, y fue sacando cosas y mostrándoselas a Isidora, que admiraba la bondad y baratura del género. «El primer gasto, hijita, ha sido para comprar estos tres libros de cuentas dijo Relimpio, mostrando dos enormes y uno pequeño. El Mayor, el Diario y el Provisional. Sin esto no haremos nada, porque la base del orden es una contabilidad perfecta... ¿Ves? Aquí está la langosta.

Cesto, cálamos y paletas, que aún tienen tinta endurecida, son de mil doscientos años antes de Cristo, si hemos de dar fe á los inteligentes y al testimonio de un papiro con escritura hierática, que estaba unido á dichos objetos.

Dio un paso atrás, revolvió en su cesto de costura, sacó una navaja enorme, y corriendo en seguimiento del gigante, que retrocedía espantado, exclamó con bramido: Te degüello....

No apuntaba siquiera el propósito de levantarse, porque no se lo permitía la extenuación de sus fuerzas; pero creía en la posibilidad de volver a tomar el sol antes de morirse, aunque fuera sacándole en un cesto a la solana si le duraba al tiempo aquel buen semblante unos cuantos días.

Palabra del Dia

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