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Actualizado: 9 de noviembre de 2025


El tren corta la comarca ondulosa de Fontainebleau, y no permite distinguir ni la ciudad cercana ni el palacio famoso, teatro de los amores y las fiestas voluptuosas de la corte de Luis XIV, como de la abdicacion ó caida primera del orgulloso Napoleon.

Alarma inútil: era un grumete que descendía por una escalera cercana. Volvamos al rincón de los besos dijo él con impaciencia. El «rincón de los besos» era la parte de proa que unía con su curva las dos calles de la cubierta. Y al volver de nuevo a este refugio, fue ella la que sin esperar los avances de Fernando descansó la cabeza en su hombro, elevando la cara en busca de su boca.

El caserón, no obstante, tenía su alegre nota. Como la voz del grillo en una grieta del sepulcro, así era la voz del conserje Alonso, cantando peteneras en su habitación cercana al portal y en el patio. Era un hombre casi viejo, de buena pasta, honrado y comedido.

El sol, apareciendo sobre la cumbre de una montañuela cercana, disipaba la bruma matutina, que descendía al valle en jirones de encaje gris, y, brillando en un espacio azul clarísimo, alumbraba con luz naciente, fresca y suave.

Se acercó a una esquina cercana, luego a otra un poco más distante, se paró, tornó a mirar hacia los lados, de frente; todo fue inútil.

-No ha habido lugar para ello -respondió el captivo- después que salió de Argel, su patria y tierra, y hasta agora no se ha visto en peligro de muerte tan cercana que obligase a baptizalla sin que supiese primero todas las ceremonias que nuestra Madre la Santa Iglesia manda; pero Dios será servido que presto se bautice con la decencia que la calidad de su persona merece, que es más de lo que muestra su hábito y el mío.

El Sol comenzaba á esconderse detrás de las copas de los altos árboles, de que se componía el monte donde tenía lugar la trágica contienda. De pronto un pequeño grupo de rebeldes se deja ver sobre una pequeña loma cercana al lugar en que la caballería se encontraba, el capitán Perdomo no se hizo esperar.

Una sombra se deslizó hasta él y puso sobre la silla más cercana una bandeja con una taza y algunos platos. ¡Oh! ¿Eres , Cecilia? Quieras o no, vas a tomar algo... Ya son las dos de la tarde, y estoy segura de que no te has desayunado dijo la joven, arrimando una mesilla y poniendo sobre ella el caldo humeante. ¡Qué buena eres, Cecilia! exclamó él apoderándose de una de sus manos.

No habría llegado aún Francisco Montiño al puente de Segovia, cuando su mujer, que había despedido á su hijastra para irse á dormir, se encerró en su dormitorio, se dirigió á una ventana, que parecía clavada, sacó con suma facilidad dos de los clavos, que sólo servían de una manera aparente, abrió, y tomando un papel, al que hizo tres agujeros, envolvió en él un pedazo de pan, sin duda para dar al papel peso, y se puso á cantar, teniendo fijos los ojos en una ventana cercana de una torre que por aquella parte del alcázar estaba contigua á las habitaciones del cocinero mayor.

En el interior de las casas que no eran presa de las llamas, el espectáculo era más lastimoso, porque no sólo los hombres, sino las mujeres y niños, aparecían cosidos a bayonetazos en las cuevas, y si se trataba de entrar en alguna casa, por dar auxilio a los heridos que lo habían menester, era preciso salir a toda prisa, abandonándoles a su desgraciada suerte, porque el fuego, no saciado con devorar la habitación cercana, penetraba en aquélla con furia irresistible.

Palabra del Dia

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