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Actualizado: 29 de junio de 2025
Al poco rato tuvo lugar una escena lamentable, y fué que D.ª María, ciega de furor, y necesitando desahogar aquella tormenta de su espíritu sobre alguien, descargó su enojo al fin; ¿pero sobre quién?, dirán ustedes... Sobre las dos inocentes niñas, sobre los dos angelitos celestiales, Asunción y Presentación. ¿Y todo por qué?
38 mas Dios le da el cuerpo como quiso, y a cada simiente su propio cuerpo. 40 Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; mas ciertamente una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. Se siembra en corrupción; se levantará en incorrupción; 43 se siembra en vergüenza, se levantará con gloria; se siembra en flaqueza, se levantará con potencia;
Y siempre que oía hablar de firmas se reproducía en los cartilagos de sus orejas la sensacion recibida. Chico, dispensa, pero no firmo nada sin enterarme antes. ¡Que tonto eres! si lo firman dos carabineros celestiales, ¿qué tienes que temer? El nombre de carabineros celestiales infundía confianza.
Y el Lábaro divino, presagio de una gloria verdadera, hizo triunfar, al par que a Constantino la causa santa del que en él muriera. Y tuvo desde allí mejor destino el que un suplicio vil tan sólo fuera, brillando con fulgores celestiales en las mismas coronas imperiales.
En el crepúsculo á que nos referimos, parecía que el Creador había depurado todas las divinas tintas celestiales para esparcirlas en la inmensa bóveda, en la cual poco á poco fueron confundiéndose á medida que el gigante de la luz hundía su lumbre en los horizontes del Poniente.
Dijo esto apresuradamente, como una jaculatoria aprendida, llevándose la mano al sombrero y descubriendo un instante su cráneo rapado, puntiagudo, estrecho, con las orejas salientes. Después se alejó manoteando, como si no pudiera aplacarse fácilmente la exaltación que se despertaba en él al mencionar sus celestiales protectores.
Da tristeza el pensar que un día se atentará contra la divina ignorancia. Querría uno colocar para siempre a la joven inocente en un altar, como esas celestiales vírgenes de los Primitivos cuyo colorido deslumbrador y cuya cándida gracia llegan intactos hasta nosotros desde el fondo de los siglos cristianos.
3 entre los cuales todos nosotros también vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de la mente; y éramos por naturaleza hijos de ira, también como los demás. 4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su mucha caridad con que nos amó, 6 y juntamente nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en lugares celestiales en Cristo Jesús,
¡Salve, santo de la juventud, de la inocencia, de los tiernos amores, de las esperanzas risueñas! ¡Salve, adorno preciosísimo de los ciclos celestiales, joven sublime, gran soldado de Cristo, apóstol de la humanidad, amor del pobre, huésped cariñoso de las moradas modestas! ¡Salve, encarnación de la fe sencilla, de las creencias puras á que debieron paz y consuelo las edades todas!
Pero él la ocultaba con astucia á la mirada de los hombres, y se movía entre vosotros con rostro apesadumbrado, como el de un hombre muy puro en un mundo tan pecador; y triste, porque echaba de menos sus compañeros celestiales.
Palabra del Dia
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