Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 16 de junio de 2025
Byron era ya más célebre que Scott, Wordsworth, y Southey. Apenas hay ejemplo de un ascenso tan rápido a tan vertiginosa eminencia.» Murió a los treinta y siete años, edad fatal para tantos hombres de genio. Coleridge, escribió a los veinticinco su himno del Amanecer, donde se ven en unión completa la sublimidad y la energía. Bulwer Lytton tenía hecho a los quince su Ismael.
Veo todavía aquel teatro célebre de cuentos y juegos inolvidables; los seis antiguos grabados ingleses de sus paredes, colgados con poco esmero; seis escenas de los romances de Waverley, amarillentos y mareados entre sus maltratados marcos, casi siempre torcidos, pendientes de sus clavos desiguales.
Sentados todos de nuevo en el corro, el poeta favorito de la Condesa, a quien llamaremos Arturo, dió conversación a Inesita, sin que dejasen de hablar también con ella otros galanes. Don Braulio, si bien sobresaltado ya y receloso de empezar a hacerse célebre por su mujer, habló con los señores más serios y machuchos.
La duquesa sonríe ante la solicitud demasiado expansiva del empleado del vagón, mientras la honorable doméstica la acoge con un gesto duro y frío. Antes de dormirme, desfilan por mi memoria los recuerdos que guardo de esta anciana célebre que está tendida á cincuenta centímetros de mi cuerpo.
No menos célebre fué su oposicion á una serenata sentimental que algunos querían dar á cierto gobernador en la víspera de su marcha: D. Custodio que estaba algo resentido por no recordamos qué desaires, supo insinuar la especie de si el astro veniente era enemigo mortal del saliente, con lo que atemorizados los de la serenata, desistieron.
Durante una semana, de cinco á siete de la tarde, el «todo París» de los té tango y los tés donde simplemente se murmura habló con insistencia del casamiento de Mauricio Delfour heredero de la casa Delfour y Compañía, 250 millones de capital con la bella Odette Marsac, nieta de un parlamentario célebre y casi olvidado que había sido candidato dos veces á la presidencia de la República.
Entre los emigrados sanjuaninos que se dirigían a Coquimbo, iba un mayor del ejército del general Paz, dotado de esos caracteres originales que desenvuelve la vida argentina. El mayor Navarro, de una familia distinguida de San Juan, de formas diminutas y de cuerpo flexible y endeble, era célebre en el ejército por su temerario arrojo.
Capistun y Bautista anduvieron entre los grupos. Se decía que uno de aquellos caballeros era Cathelineau, el descendiente del célebre general vendeano; se señalaba también al conde de Barrot y a un marqués navarro. Cuando llegó Martín a Vera se encontró la plaza llena de carlistas; Bautista le dijo: La guerra ha empezado. Martín se quedó pensativo. Volvieron Martín, Capistun y Bautista a Francia.
El ya citado Bernáldez apunta en su crónica algunos de los nombres de las personas más señaladas que aquí fueron las primeras víctimas de la inquisición, citando entre otras al rabí Diego Susón, padre de la célebre y hermosa judía conocida por la Susona, y á los acaudalados hebreos Manuel Sauli y Bartolomé Torralva, al alcalde de la justicia Juan Fernández Albolasia, al doctor Savariego, fraile de la Trinidad, y á otros muchos, apuntando también «que quemaron infinidad de huesos de los corrales de San Agustin é San Bernardo, de los confesos que allí había enterrados sobre sí, al uso judaico.»
Sintió un frío extraño en el corazón, el frío que nos causan las grandes decepciones de la vida. Disimuladamente, ocultándose detrás de los setos y de los árboles los siguió largo rato. Observó que se hablaban con franqueza y animación, que García se mostraba con el célebre literato lleno de deferencia y que éste a su vez le pagaba otorgándole una confianza afectuosa.
Palabra del Dia
Otros Mirando