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Actualizado: 17 de junio de 2025
Tiene Vd. que prometerme antes su auxilio. ¿Trabajará Vd. conmigo para que seamos todos cristianos, o me entiendo yo con Pepe y con mi padre? ¿Imagina usted vivir santamente no haciendo daño al prójimo? ¡Qué ceguedad! ¿Y Vd. misma? ¿Y su salvación?
Después de esta salida, me escapé del salón con la tranquilidad de un torbellino, dejando estupefactos a todos los que estaban en él. Me encerré en mi cuarto, y paseándome de largo a largo, renegué de mi ceguedad, y me di de coscorrones, siguiendo la costumbre de Petrilla, cuando se hallaba en algún aprieto.
De los cuarenta duros no había vuelto a acordarse Mochi, ni Reyes se atrevió a pedírselos; mas todas las noches, pasados pocos días, los de ceguedad completa para todo lo que no fuese el amor de la inglesa, al volver a casa temblando por varios motivos, iba pensando en los mil reales de la renta de la Comuña. Eso debe de haber sido». Las cavilaciones de Reyes en este punto no pasaron de ahí.
Tan grande era la ceguedad reinante por los modelos extranjeros, que se intentaba nada menos que violentar el idioma español, y someterlo al yugo de una versificación tan monótona como el verso suelto italiano, y como él arrastrándose también con trabajo, por cuya razón se empleaba siempre pocas veces por los poetas anteriores.
Hay un curioso raciocinio, que yo me hago, y por donde me explico, sin lastimar mi amor propio, el descuido paterno en este asunto importante. Mi padre, aunque sin fundamento, se va considerando ya como marido de Pepita, y empieza a participar de aquella ceguedad funesta que Asmodeo u otro demonio más torpe infunde a los maridos.
A buscar vuestro aposento, cuando vos me encontrasteis en ese oscuro pasadizo iba, resuelto a pediros con todas las ansias de mi alma me perdonaseis la injuria, que, sin ser yo poderoso a evitarlo, en un momento de turbación y de ceguedad, arrastrado por no sé qué tentación invencible, sin que mi alma en ello tomase parte alguna, ni determinación mi voluntad, ni satisfacción mi deseo, os he hecho.
No es esto negar que el marido poseedor del título no pueda ser, y no sea a veces, ya un tonti-loco, ya un desalmado sinvergüenza, ya el más derrochador y vicioso de todos los hombres; pero de todo esto parece inverosímil que no se tuviese alguna noticia antes de la boda y aun antes del noviazgo. ¿Cómo es que el padre y la madre de la niña no se opusieron? ¿Qué ceguedad tan grande no fue la de la misma niña y tan injustificada y tan apenas explicada, ya que su amor no se ve que fuera muy vehemente para rendirse y entregarse en cuerpo y en alma a un perdido, sólo casi con el mero aliciente del marquesado?
Dependía mi felicidad hasta tal punto del amor de Beatriz, que, destruído ya por mi crítica impía todo fundamento en que mi amor pudiera apoyarse, cerraba yo los ojos de mi alma para no ver que aquel amor se derrumbaba, se perdía para siempre, cuando yo necesitaba que fuese eterno. »De aquí mi absurda, mi inverosímil ceguedad, siendo yo por lo común tan suspicaz y receloso.
Y era tanta la ceguedad del pobre hidalgo, que el tacto, ni el aliento, ni otras cosas que traía en sí la buena doncella, no le desengañaban, las cuales pudieran hacer vomitar a otro que no fuera arriero; antes, le parecía que tenía entre sus brazos a la diosa de la hermosura.
Vago siempre tu Pueblo y fugitivo, aunque en vano, del Dios verdadero desterrado de la tierra como otro Caín pavoroso, todo lo anda y en ninguna parte se sosiega, después que arrancado de su Patria, paga la pena de su ceguedad temeraria y manchado con la sangre de aquel Divino Cordero, que quiso más ver morir, que abrazarle por tu Mesías, escucha en todas partes las voces de su delito, que le tiene en tantos siglos, sin Ley, sin Rey, sin Templo, sin Sacrificio y sin Dios: cumpliéndose en él lo que tanto antes había profetizado David, que había de destruirle Dios hasta el fin del mundo, cuando los méritos de Cristo, le reducirá a su Fe y adorando un mismo Pastor, seremos un solo rebaño.
Palabra del Dia
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