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Actualizado: 17 de junio de 2025


Cuenta Gerónimo de Zurita en sus Anales de Aragon que en el año de 1413 vista la obstinacion de los judíos en no convertirse á la lei de Gracia, se buscaron nuevos remedios para vencer la repugnancia que estas gentes tenian á admitir en sus entendimientos la luz de la verdad. «Por mandado del Papa, se congregaron en la ciudad de Tortosa i estuvieron juntos todos los mayores rabines que se hallaban en las aljamas del reino, para que públicamente en su presencia i de toda su corte fuesen amonestados que reconociesen el error i ceguedad en que andaba aquella gente.

Á me pareció un caballero muy fino, y bueno; pero mi madre asegura ¡qué horror! que no cree en Dios. ¿Es posible ¡hija mía! que hiera el demonio con tan abominable ceguedad los ojos de algunas almas? ¿Se comprende que la copia, la imagen, la semejanza, renieguen del original divino, que les presta el único valor y noble ser que tienen?

Ya que me obligas a ello, te lo diré: me parecen simplezas; lo que no me acomoda, es que señales y repitas a la muchacha esa claridad y desnudez con que algunos de vuestros libros abren los ojos a quien los tiene cerrados, ensuciando la inocencia y despertando ideas torpes en quien jamás las tuvo. ¡Cuánta ceguedad!

Lo que todos vinieron á concluir, reconocida esta tierra de la bahia de San Julian, y sus malas calidades, es que por allí no pueden habitar los indios por falta de leña, miel, caza, &a. sino que viven muy retirados; y discurrieron, que el sendero estrecho que siguió el Padre Cardiel cuatro jornadas es, ó de los Auracanos de Chile, ó de los Puelches y Peguenches, que vendrán tal cual vez por sal, de que carecerán en su país, á la laguna grande, ó á las otras de la cercanía de la bahia; y que este año moriria allí algun principal de ellos, para cuyas exequias matarian dos de sus mugeres y sus caballos, para que les hiciesen compañía en la otra vida, segun cree su ceguedad, y por el mismo motivo enterrarian con él todas sus alhajuelas.

Fingen que hay en él ciertos árboles muy gruesos que destilan un género de goma con que se mantienen las almas, y que hay monos que en el aspecto parecen etiopes; que hay también miel y algún poco de pescado; da vueltas por todo aquel lugar una grande águila de quien fingen muchas fábulas ridículas, dignas de compasivo llanto por la ceguedad de esta gente.

Las historias profanas y eclesiásticas están llenas de esta ceguedad, que Dios permite, sin duda para fines providenciales.

Quizá esta ceguedad del Ministerio ha sido útil a la República Argentina; era preciso que desencantamiento semejante nos hubiese hecho conocer la Francia poder, la Francia gobierno, muy distinta de esa Francia ideal y bella, generosa y cosmopolita, que tanta sangre ha derramado por la libertad, y que sus libros, sus filósofos, sus revistas nos hacían amar desde 1810.

El Ilustrísimo Obispo de Menorca Severo en la Epístola citada asegura que después de muchas y estupendas maravillas que obró el Señor por la intercesión del Ilustre Proto Mártir San Esteban, cuyas reliquias había dejado el gran Orosio de vuelta de Jerusalén, para España, se había hecho la mayor de abrir los ojos a la voluntaria ceguedad de quinientas cuarenta almas en aquella Isla, con tanto fervor y desengaño de su caduca ley que ellos mismos arrancaban los cimientos de su sinagoga, y contribuyendo en la fábrica de una nueva Iglesia con sus expensas; en sus propios hombros llevaban gozosos las piedras para el sagrado edificio.

Vendría Serafina, y mientras Minghetti y Emma continuaban sus lecciones interminables, ellos dos, Serafina y él, en el cenador de la huerta, ¡oh miseria!, ¡oh vergonzoso oprobio!, serían, como siempre, amantes; amantes de costumbre, sin la disculpa, aunque de poca fuerza, disculpa al fin, de la ceguedad de la pasión; amantes por el hábito, por la facilidad, por el pecado mismo....

Esta ceguedad le hace adoptar todas las responsabilidades de tan inconsiderado cariño; de paso que defiende que no hay vinos como los españoles, en lo cual bien puede tener razón, defiende que no hay educación como la española, en lo cual bien pudiera no tenerla; a trueque de defender que el cielo de Madrid es purísimo, defenderá que nuestras manolas son las más encantadoras de todas las mujeres; es un hombre, en fin, que vive de exclusivas, a quien sucede poco más o menos lo que a una parienta mía, que se muere por las jorobas, sólo porque tuvo un querido que llevaba una excrecencia bastante visible sobre entrambos omoplatos.

Palabra del Dia

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