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Actualizado: 25 de junio de 2025


A estas líneas que dejo extractadas hay que añadir que el conflicto, lejos de resolverse allí, tomó nuevo aspecto, pues el arzobispo se negó entonces á prestar su concurso y á transigir con lo de las danzas, enviando á decir á las corporaciones y á los religiosos, que ya estaban formados en las gradas de la Catedral, que se dispersaran, causando nuevo motivo de alboroto, de enojo y de sorpresa.

Pasando por Alcalá la Real, había entrado en la Vega por Pinos de la Puente, causando mucho daño, talando algunos plantíos y sembrados, y cobrando no poco botín en cortijadas y alquerías.

Entonces hubiera sucumbido ciertamente si Tanasio de Entralgo no oyese sus gritos. Se batía éste en retirada al lado del Cojo de Mardana, pero en buen orden y causando grandes estragos en las filas enemigas, cuando llegó á sus oídos las voces de auxilio de su enemigo. «Simón le dijo al Cojo, oigo la voz de Quino. Me parece que está en mucho aprieto allá arriba.

Pero en su alma entristecida y debilitada por la enfermedad, la punta de aquella acerada flecha se revolvía causando vivos dolores que procuraba ocultar. Cada vez que Clementina venía a visitarla, y últimamente lo hacía dos veces cada día, los ojos de su madrastra se fijaban en ella con muda interrogación, procurando leer en los suyos las ideas que le pasaban por el cerebro.

Al salir la misa lo anuncian los indios en la puerta de la iglesia, del umbral para adentro, con toque de cajas y trompetas, para lo que nunca faltan seis u ocho en esta ocupación, causando tal estrépito que aturden a cuantos hay en la iglesia, repitiendo lo mismo al tiempo del evangelio, al Sanctus, a la elevación de hostia y cáliz, a la segunda elevación y al último evangelio.

Lo que ha dicho el tío Fernando no crea usted que sea cosa de él solamente. En el pueblo lo habrá oído... Me está usted causando mucho daño... Hágame el favor de marcharse... Andrés trató de persuadirla a que despreciase el dicho del aldeano, inspirado sin duda por la cólera; pero fue en vano. Ella sabía mejor lo que pasaba en el pueblo; no quería verse en lenguas de la gente.

Pero para que me canso, si cerca de tres siglos que se formó la colonia de Buenos Aires, y todavia no se sabe si hay ó Cabo de San Antonio, estando como suele decirse detras de la puerta, y está causando una mala navegacion su incertidumbre; siendo cierto que en la longitud en que las costas lo figuran, no hay tal cabo; pues yo lo he pasado diversas veces por encima, sin que le haya visto, y de seguro en la longitud de Montevideo, ó navegando desde dicho puerto al S, no se halla tierra alguna; y últimamente, si no hubiera sido por el empeño tan fuerte que Vd. ha tenido en que se descubra por tierra el camino por tierra para Buenos Aires, ¿no se estaria en el concepto de que este tránsito era imposible, como en realidad se creia?

Sean estos poetas los tres italianos contemporáneos, Manzoni, Leopardi y Carducci. ¿No es raro fenómeno que nos encante el himno sacro a La Pentecostés, lleno de profunda fe católica y de la viva esperanza de que la religión de Cristo es la definitiva religión de nuestro linaje, informando y causando todo su progreso y mejora; que nos encante también la oda A las fuentes del Clitumno, cuya inspiración es enteramente contraria, saludando con júbilo el poeta a la humanidad que supone regenerada porque reniega de creencias que la envilecen y adopta algo a modo del gentilismo antiguo; y que nos encanten, por último, no ya las esperanzas católicas de Manzoni, ni las esperanzas gentílicas de Carducci, sino la desesperación sublime y el pesimismo de Leopardi, que niega a Dios, o le llama con espantosa blasfemia feo poder que impera oculto para daño de todas las criaturas?

Era inevitable combatir hasta la muerte o hasta lograr milagrosa victoria. Los sitiadores dieron sin tardanza un furioso asalto por la fachada de la quinta, pugnando por derribar la puerta. Morsamor y los suyos se defendían con valor y con tino, causando en los sitiadores grande estrago y haciendo repetidas veces que retrocedieran, poseídos de terror.

Aquella salida grosera indignó mucho a Miguel, quien dirigió al chicuelo una mirada de desprecio. Maximina se había puesto levemente encarnada. No lo crea V... , desearía volver; pero no causando perjuicio a nadie. Comprendo que ahora, mientras las niñas no sean mayores, mi tía me necesita... ¿Y qué tiene de particular que V. lo desee? dijo Miguel con dulzura.

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