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Porque los buenos fechos de los reyes no se olviden, esta torre mandó facer el muy poderoso rey D. Enrique, é comenzó el cimiento el doctor Pedro Sanchez, corregidor de esta ciudad, é comenzóse á sentar en el año de nuestro Señor Jesucristo de 1406 años, é seyendo obispo D. Fernando Deza, é oficiales por el rey Diego Fernandez Mariscal, alguacil mayor, el doctor Luis Sanchez, corregidor é regidores Fernando Diaz de Cabrera é Rui Gutierrez... é Rui Fernandez de Castillejo é Alfonso... de Albolafla é Fernan Gomez, é acabóse en el año 1408 años.

Míster Morlando Jee vive todavía; pero frío como el granizo y sin esperanza de salvación. El desgraciado murió á la noche siguiente. El ferrocarril de Castillejo á Toledo acaba de ser inaugurado, lo cual significa en sustancia que la vetusta ciudad imperial se encuentra ya á las puertas de Madrid.

Y el viejo Alain, que se jactaba de ser un buen remero, púsose á mover metódicamente los remos, lo que le daba el aire de un pájaro pesado que hace vanos esfuerzos para volar. Es necesario continuó diciendo la señorita Margarita que venga á arrancarlo á usted de su castillejo, pues van dos días que se encierra en él obstinadamente.

General, ya que le estorba tanto ese ingenierillo, no tiene mas que darnos una orden. Es lo más fácil librarse de él. ¡Como si el general necesitase de tales consejos! Eran muchos los que habían desaparecido misteriosamente de la existencia diaria, y los calumniadores pretendían que únicamente Castillejo podía saber dónde estaban. Todos debajo del suelo.

Dejando la bocana del Maruhi en la que se ven las ruinas de un castillejo, nos pusimos á la altura de la isla de Capuloan teniendo siempre á estribor la costa. Aquella isla la divide el arenal de Tulay-buhangin, cuyo arenal lo cubren las altas mareas formando un canal que une á Capuloan con Lipata, islas que al bajar las aguas se confunden en una.

Los recién llegados se acercaron al trono, y todos hicieron su cortesía, y después uno de ellos, de cara redonda y de nariz de sabueso, habló en nombre de sus compañeros de esta manera: «Príncipe Sol, así os nombramos en España: yo soy Lope de Rueda, y mis compañeros Torres Naharro, Castillejo, Montemayor, Silvestre, Garci-Sánchez, Miguel de Placencia, Rodrigo Cota, Miguel Sánchez, Tárrega, Aguilar, Poyo, Ochoa, Velarde, Grajales y Claramonte . Ves en nosotros una cohorte de poetas dramáticos que representan al siglo de oro, y llegan hasta éste, que comienza á ser de hierro.

Tomé el ferrocarril de Alicante; pasó el tren por Aranjuez, Castillejo y Villasequilla, y á 100 kilómetros de Madrid descendí del wagon, en Tembleque, para tomar asiento en la diligencia que debia conducirme á Granada, atravesando los Montes de Toledo y la Sierra-Morena, y pasando por Jaen.

Muchas noches, antes de dejarme en la redacción de su periódico para que escribiese el artículo, Castillejo me paseaba por las principales calles de Méjico, mejor dicho, por la única avenida que, con diversos nombres y variable anchura, se extiende varios kilómetros, desde la vieja plaza donde está el palacio del gobierno hasta el Parque de Chapultepec.

Esta división era la horda á caballo que había mandado mi general Castillejo. Inútil es decir que la tal división lo había hecho todo, y á ella se debía únicamente el triunfo revolucionario.

Como los otros aspirantes á la presidencia pertenecían al ejército, la candidatura gubernamental usaba el título de «antimilitarista». Castillejo y otros compañeros de generalato, que habían fusilado centenares de hombres, quemado estaciones y pueblos, y vivían en plena paz con la misma violencia que cuando hacían la guerra, pronunciaban discursos sobre discursos, cantando las excelencias de ser gobernados por un «civil» y la necesidad de terminar con el militarismo.