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Actualizado: 29 de noviembre de 2025


"Los indios eran muy refractarios a la lengua castellana; los que sabían hablarla, no querían hablarla. Esto ocurría tanto en Manila como en los arrabales. Los que hablan castellano, prefieren hablar su lengua en sus casas."

Con el último acento de aquella vieja canción castellana, doña Alvarez exclamó: ¡Pascua de flores, ángel de alcorza! ¡Quién fuera vuestro galán para escuchar a vuestras plantas ese blando tañer y esa voz tan regalada, que hace correr las lágrimas de puro deleite! Yo de uno que daría las niñas de sus ojos por sólo haberos escuchado agora, señora mía. ¿De Ramiro dices? preguntó la doncella.

¿Cómo había yo de reconocer a Sarrió, si se ha comprado otro sombrero? Este sombrero es perfectamente semiesférico. Pero Sarrió está disgustado con este sombrero. Creo que acabará por retirarlo y volverse a poner el otro; ésta es mi impresión. Esta tarde hemos estado paseando por la Castellana; al anocher, para descansar un poco, hemos entrado en la Mallorquina.

Recibióle ella con esa amable condescendencia, propia de las grandes señoras con cualquier pelafustán que las adula, y concedióle su petición al punto, quedando convenido que la revista publicaría el retrato de la condesa con el traje que había de lucir aquella misma tarde en la manifestación de mantillas y peinetas de la Castellana, y otros dos grabados conmemorativos, representando uno la fachada del palacio en el acto de ser invadido por la policía, y otro el momento en que salió Currita con varonil entereza al encuentro de los invasores.

Crisol de veinte estados castellanos, Reina que sostuviste con tus manos De dos Mundos la esfera estremecida, Y rasgaste en pedazos tu bandera Porque la enseña de esos pueblos fuera Girón de tu alma, soplo de tu vida! ¡Vieja y noble leona castellana!

Desde los misteriosos cuartitos de la Fonda de la Castellana, nidos poéticos de las mañanas de Abril y Mayo, hasta los ahumados chamizos de Maravillas y Tribulete; desde la elegante victoria de Muñoz, hasta la histórica calesa; desde los aristocráticos bastidores del teatro de Oriente, hasta las desgarradas bambalinas de Capellanes; todo le era familiar, todo conocido.

Esta feliz idea, que cuadraba muy bien con los gustos de la castellana, había hecho a la de Candore muy popular. ¡No es tan orgullosa como se dice! exclamaban las comadres, encantadas de ser admitidas en el castillo. Al menos hace vivir al país declaraban los comerciantes, entusiasmados por la ganga. Resucita las antiguas costumbres decían los viejos en tono de aprobación.

Hirió de muerte aquella dolencia á don Gaspar Esteban Murillo, que falleció el día 1.º de Mayo del mismo año de 1709, dejando sus bienes al Hospital llamado de Los Venerables, siendo sepultado el hijo del gran pintor en la nave de San Pablo de la Catedral, y colocándose sobre su sepulcro una inscripción latina, que, según la traducción castellana que da González de León, dice: ==«H. S. E.==D. Gaspar Esteban Murillo y Cabrera, Canónigo de esta santa iglesia Metropolitana y Patriarcal, varón de buenas costumbres, modesto y dotado de un alma apta para toda piedad.

Saludáronse con frialdad de buen tono que mostraba al mismo tiempo confianza y Núñez siguió leyendo. ¡Cuidado que se pone cursi el paseo de la Castellana los domingos...! Es decir, se pone más porque lo está siempre.

Cuando yo esté en mi posición, en mi verdadera posición, no diré jamás una mentira. ¡Cuánto me repugna lo que no es verdad!... ¿Pero qué pensaría esa gente si yo les dijera que voy de paseo con Miquis?... Es domingo, hoy no tiene clase, y anoche me dijo que quería enseñarme las cosas bonitas de Madrid, el Museo, el Retiro, la Castellana». Y volvió a mirarse las botitas.

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