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Actualizado: 8 de julio de 2025


Los encrespados cabellos de castaño color le cubrían el cuello y no parecía tener más de cuarenta años, á pesar de las profundas huellas impresas en su rostro por las penalidades de sus largas campañas y por los excesos del placer y la bebida.

Desde su cabello castaño, cubierto por un sombrero impermeable de hombre, hasta los diminutos pies y tobillos sepultados en las cavidades de unos zapatos de colosal tamaño, todo era en ella gracioso; así apareció Magdalena riéndose de nosotros de la manera más alegre, franca y bonachona.

Juana Baud, lo has dicho, tenía la misma estatura, la misma amplitud de líneas. ¿Quién podía imaginar una sustitución? mismo no dudaste. Te enseñaron la mujer muerta y la reconociste sin vacilar. Y, sin embargo, Lea está viva y Juana ha desaparecido. Pero, dijo Jacobo, la muerta era rubia y Juana Baud tenía el pelo castaño oscuro...

Va caminando de izquierda a derecha, de perfil, jinete en un caballo castaño, de patas blancas, sobrio de arreos y puesto en chaza o media corveta.

¡Jesús!, ¡canas!... Me río tontamente del apuro de usted por una cosa que tenemos tan de sobra... Vea usted mi cosecha, Sr. D. Francisco. Tomó Bringas el blanco mechón, y juntándolo a los demás, oprimiolo todo contra su pecho con espasmo de artista. Tenía, ¡oh dicha!, oro de dos tonos, nítida y reluciente plata, ébano y aquel castaño sienoso y romántico que había de ser la nota dominante.

El color blanco o castaño de los animales quedaba brillante, chorreando sus pelos un líquido de color rosa, mezcla de agua y de sangre. Remendaban los caballos como si fuesen zapatos viejos; explotaban su debilidad hasta el último momento, prolongando su agonía y su muerte.

El zaguán, pintado de azul, era obscuro, con las paredes desconchadas y salitrosas; la escalera, de castaño, torcida y apolillada; en el rellano principal, dentro de una hornacina, brillaba una virgen pintada en tabla, dorada y estofada. La casa de mi abuela tenía muchos cuartos con puertas de cuarterones, que nunca se abrían.

No podré olvidar jamás aquella primera descarga en el bosque, aquel tiroteo que horadaba las hojas como el granizo en abril y señalaba las cortezas de los árboles. Un conejo pasó huyendo a todo correr a través del camino, arrancando matitas de hierba con sus uñas extendidas. Una ardilla descendió precipitadamente de un castaño, dejando caer castañas aún verdes.

Sus ojos azules, húmedos y sumisos, su color animado, su pelo castaño que se rizaba en conchas paralelas y caía en dos trenzas hasta más abajo del talle, embellecían mucho a la muchacha y disimulaban sus defectos, lo pomuloso de su cara, lo tozudo y bajo de su frente, lo sensual de su respingada y abierta nariz.

La combinación de tonos aumentaba la enredosa prolijidad de esta obra, pues para que resultase armónica, convenía poner aquí castaño, allá negro, por esta otra parte rubio, oro en los cabellos del ángel, plata en todo lo que estuviera debajo del fuero de la claridad lunar.

Palabra del Dia

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