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Actualizado: 8 de junio de 2025
Al cumplir la Princesita los quince años, era, por su hermosura, entendimiento y buen trato, la admiración de cuantos la miraban y el asombro de cuantos la oían. El Rey la hizo jurar heredera del trono, y trató luego de casarla.
Su hermosura es a la vez angélica y perturbadora. Tiene del cirio el candor y la llama. Sus grandes ojos, que arden con misteriosa fiebre, van encendiendo, a pesar suyo, súbitas pasiones en el corazón de ricos y virtuosos caballeros. Su madre quiere casarla, y la obliga a ataviarse como las otras doncellas; pero Rosa pone en cada gala una oculta mortificación.
Sí, señor; Magdalena amaba santamente a nuestra pupila, aunque durante los últimos tiempos esta amistad pareció entibiarse. Pero el mismo Avrigny decía que esto era una aberración de su enfermedad, un capricho de su delirio. Pues bien, hablemos seriamente. Nuestro querido doctor desea casarla, ¿no es eso? Así lo creo. Y yo estoy seguro. ¿No le ha hablado a usted de cierto joven?
Desearía hacer por ella lo que haría por una hija. Y así, en todas las fiestas que doy y en todas aquellas en que intervengo o tengo alguna influencia, hago que asista mi protegida. En una palabra: deseo casarla bien. Los jóvenes de cabeza de ciprés que asistían a la fiesta, al saber que Inés era pobre, huían de ella como de la peste.
Siempre tan suspicaz, hija mía. Tu precoz espíritu crítico no hace más que martirizarte. Este agradecimiento tuyo, injustificado en este caso, me recuerda un gracioso episodio que te voy a contar. Hace dos años di otra fiesta en mi casa. Los jóvenes atendían a ésta muy poco. Petrona ha hecho cuanto ha podido para casarla y... nada ¡imposible! La criatura es incolocable.
Quería casarla por amor, con un hombre al que se sintiera inclinada, pero no veía en ella la menor señal de apasionamiento. Se casaría, sin ardor y sin protesta, con el que le indicaran sus padres, para continuar con más libertad la vida insípida de ostentaciones y de devoción elegante.
Tu plan de casarla con D. Casimiro le parecería absurdo, malo, no ya siendo feo y viejo D. Casimiro, sino aunque fuese precioso y estuviese ella prendada de él. Con ese casamiento ni se remedia el mal nacido del embuste ó la falsía, ni se despoja tu hija de bienes que no son suyos.
Pinedo esperaba casarla con un hombre modesto y trabajador y que no conociese jamás aquel mundo en que no podía vivir y que él despreciaba en el fondo del alma, aunque tal vez, por la fuerza de la costumbre, no pudiese ya vivir a gusto en otro. Es muy joven aún.... Tiene tiempo de divertirse repuso con sonrisa forzada.
Oiga usted, señor; no soy más que un pobre hombre y el señor de Sorege es un conde, tiene fortuna, relaciones, todo. Pues bien, si yo tuviera una hija, preferiría que se quedase para vestir imágenes á casarla con él. Marenval se echó á reír. Tranquilícese usted. Creo que el negocio ha fracasado. Gracias por sus confidencias, Giraud; creo que me serán útiles.
Todo lo que era pesado o boto para el amor desapareció de su menuda persona, no quedando sino lo vivaz, lo mondo, lo agudo, lo picante, el grano concentrado de especia, el clavo de olor, capaz de perfumar a un tiempo innumerables deseos. A pesar de su celoso cariño, don Alonso deseaba casarla temprano, con algún mancebo capaz de mantener el lustre de la sangre.
Palabra del Dia
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