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Actualizado: 8 de junio de 2025


Te conozco bien y no me dejo engañar. El aderezo se devolverá y en su lugar vendrá otro a mi gusto y al tuyo... Dejemos el aderezo... Algo tenía que decirte y ya no me acuerdo... ¡Ah, ! Es necesario que escribamos a tu tío Rodrigo, pues según la carta que de él recibí hoy, no sabe todavía el día en que nos casamos. Creo que debemos escribirle los dos en una misma carta, ¿no te parece?

Lo que él quería conocer era el motivo que la había llevado á Java, la isla paradisíaca y misteriosa. Mi marido era comandante holandés dijo ella . Nos casamos en Amsterdam y le seguí á Asia. Ulises protestó ante esta noticia. ¿No había sido un sabio su esposo?... ¿No la había llevado á los Andes, en busca de bestias prehistóricas?...

Al fin buscó entre estos papeles un pliego de carta, y frunciendo el ceño con la expresión recelosa de un niño que teme ser cogido en plena mentira, empezó á escribir: «Mi morocha linda: Envíame lo antes posible, en un paquete, el traje de fraque que me hice cuando nos casamos. La vida ha cambiado aquí completamente.

Ya ve: un torero es... un torero, y no va a viví como un fraile de la Mersé. Me han dicho que vas con mujeres malas. ¡Mentira!... Eso era en otros tiempos, cuando no te conosía... ¡Hombre! ¡Mardita sea! Quisiera yo conosé al hijo de cabra que te yeva esos soplos... ¿Y cuándo nos casamos? continuaba ella, cortando con esta pregunta la indignación del novio.

Nos lo hemos dicho muchas veces, y ayer hicimos un esmerado resumen de todas las anteriores advertencias y prevenciones: «nos casamos por razón de Estado, como si dijéramos; habrá de común entre los dos el hogar, los bienes y el ceremonial que es propio de la jerarquía en que se nos coloca.

Siempre nos hemos llevado mal, señora, desde el momento en que nos casamos, y en que tuvísteis la franqueza de decirme que, casada conmigo contra vuestra voluntad, nada podía esperar de vos, sino vuestra sumisión á vuestra suerte; yo no he abusado de vuestra sumisión; yo no he intervenido en vuestra vida, pero ha sido mientras habéis respetado mi honor. Bien; concluid. ¡Tenéis un amante!

Hizo al punto un movimiento para retirarla, pero después me la abandonó, volvió la cabeza y me miró con expresión incierta. Sus ojos estaban húmedos. Por fin, dio un gran suspiro y dijo, respondiendo, sin duda, a sus largos pensamientos: Entonces, ¿cuándo nos casamos? Cuando usted quiera respondí sorprendido por aquella brusca pregunta. ¿Y si quisiera ahora mismo?

¡Ay! señora, no me siento en peligro. ¡Cómo ay! Perdone usted, es el médico el que habla, no el amigo. Una vez casada, ¿usted continuará asistiéndola? ¿Es que hay que dejarla morir sin socorro? ¡Toma! ¿para qué la casamos, pues? No será para que sea eterna.

Maxi no parecía reparar en el niño. Con gran serenidad habló así: «Tan sano estoy de la cabeza, que me hago cargo de tu situación y de la mía. Ya entre y yo no puede haber nada. Nos casamos por debilidad tuya y equivocación mía. Yo te adoraba; a no. Matrimonio imposible. Tenía que venir el divorcio, y el divorcio ha venido. Yo me volví loco, y te emancipaste.

¿Y cree usted que existe alguna niña que no sea feliz con el apellido y con la fortuna de un Nuezvana? , señora, lo creo; es posible, aunque parezca absurdo. Porque nos casamos, antes que con el apellido y la fortuna, con la persona. El matrimonio es, ante todo, un negocio espiritual, y puede haber apellido y fortuna, y no haber espíritu.

Palabra del Dia

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