Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 16 de noviembre de 2025
Usted conteste y no sea como los gallegos, que cuando se les hace una pregunta hacen otra. Puesto que está usted de derribo, ¿tiene cascote, sí o no? Sí que lo tengo... y pedernal magnífico. A sesenta reales el carro, todo lo que usted quiera. El cascote a ocho reales... ¡Ah, tonto de mí! Ya sé de qué se trata.
Una mañana, al pasar Isidro después de las nueve por la Puerta del Sol, con dirección a la Biblioteca Nacional, reconoció en la entrada de la calle del Carmen el carro de Zaratustra por los bizarros adornos de su caballería.
Bajar allí me estaba prohibido, y tampoco tenía deseos de ello, desde que, en la baraúnda de un día de mercado en que mi padre me había llevado, me vi casi aplastada entre las ruedas de un carro.
El acaso y el error. Celos, aun del aire, matan. Andrómeda y Perseo. El alcalde de Zalamea. La banda y la flor. Con quien vengo, vengo. El alcaide de sí mismo. El carro del cielo. De una causa dos efectos. Bien vengas, mal, si vienes solo. Certamen de amor y celos. Los cabellos de Absalón.
Sobre el carro amontonábanse, formando pirámide hasta más arriba de los varales, toda clase de objetos domésticos. Era la emigración de una familia entera.
Si otra cosa vuestra merced desea saber de nosotros, pregúntemelo, que yo le sabré responder con toda puntualidad; que, como soy demonio, todo se me alcanza. -Por la fe de caballero andante -respondió don Quijote-, que, así como vi este carro, imaginé que alguna grande aventura se me ofrecía; y ahora digo que es menester tocar las apariencias con la mano para dar lugar al desengaño.
Finalmente, volvieron al carro, y, en llegando, dijo don Quijote al carretero: -Volved, hermano, a uncir vuestras mulas y a proseguir vuestro viaje; y tú, Sancho, dale dos escudos de oro, para él y para el leonero, en recompensa de lo que por mí se han detenido.
Las cuales dijeron que así lo hacían, y lo harían, con la voluntad y cuidado posible, porque echaban de ver que su señor por momentos iba dando muestras de estar en su entero juicio; de lo cual recibieron los dos gran contento, por parecerles que habían acertado en haberle traído encantado en el carro de los bueyes, como se contó en la primera parte desta tan grande como puntual historia, en su último capítulo.
2 En el primer carro había caballos bermejos, el segundo carro caballos negros, 3 en el tercer carro caballos blancos, y en el cuarto carro caballos overos rucios rodados. 4 Respondí entonces, y dije al ángel que hablaba conmigo: Señor mío, ¿qué es esto? 7 Y los rucios salieron, y se procuraron por ir a andar la tierra. Y dijo: Id, andad la tierra. Y anduvieron la tierra.
El Rey bajó del palanquín y yo del carro, y nos saludamos y abrazamos con mutua cordialidad. La túnica del Rey era de tisú de oro, bordada de seda de mil colores. En el bordado se representaban todas las flores del campo y todos los pájaros del aire y todas las estrellas del éter.
Palabra del Dia
Otros Mirando