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Actualizado: 1 de junio de 2025


Al mismo tiempo se apoderó de una curiosa repugnancia, y, aun cuando felizmente pude detener el derrame de sangre, lo que tendía a demostrar que la herida no era, después de todo, tan seria, mis manos empezaron a encogerse de una manera extraña, a la vez que mis carrillos se vieron atacados de un dolor peculiar, muy semejante al que se sufre cuando empieza un ataque de neuralgia.

Y, diciendo esto, enarcó las cejas, hinchó los carrillos, miró a todas partes, y dio con el pie derecho una gran patada en el suelo, señales todas de la ira que encerraba en sus entrañas. A cuyas palabras y furibundos ademanes quedó Sancho tan encogido y medroso, que se holgara que en aquel instante se abriera debajo de sus pies la tierra y le tragara.

Y junto a ellos, y haciendo contraste, las muchachas del pueblo con su fisonomía dulce, sus mejillas sonrosadas y su traje pintoresco; y los niños con su semblante alegre, sus carrillos hinchados para tocar los pitos, o sus bracitos agitados tocando los panderos; todo aquello me pareció un sueño de Navidad.

Rafael, emocionado, apenas si pudo sorber unas cuantas gotas de ron, mientras el barbero mascaba a dos carrillos, bebía copa tras copa y con la cara cada vez más roja, hablaba y hablaba, la boca llena de pasta. Apareció Leonora, seguida de la doncella, que llevaba en los brazos un lío de ropas. Ya comprenderán ustedes que aquí no hay trajes de hombre.

Miró también don Quijote a Sancho, y viole que tenía los carrillos hinchados y la boca llena de risa, con evidentes señales de querer reventar con ella, y no pudo su melanconía tanto con él que, a la vista de Sancho, pudiese dejar de reírse; y, como vio Sancho que su amo había comenzado, soltó la presa de manera que tuvo necesidad de apretarse las ijadas con los puños, por no reventar riendo.

No te encarames, o te vas de aquí más pronto que la vista. ¿En dónde está Pecado?». Para preguntar, los sabios y los chicos. La Sanguijuelera, cansada de responder a la misma pregunta, le cogió con una mano los dos carrillos, estrujándoselos, con lo que la boca del Majito resultó como una guinda. Le dio un beso en ella, diciéndole: «¡Qué pesado eres..., y qué rebonito!».

Ricardo, con sus instintos de clown, procuraba hinchar los carrillos y ponerse aún más colorado. Se le había disipado por completo el mal humor. La cesta no avanzaba poco ni mucho: ambos permanecían inclinados y agarrados a ella sin poder alzarla un dedo del suelo, la una desternillándose de risa y el otro afectando una desesperación cómica.

Se respiraba a plenos pulmones, se comía a dos carrillos, sin sustos ni encogimiento; se salía cuando se deseaba, se entraba cuando se quería; y todos tres, esclavos de un viejo maníaco que había entristecido su niñez y sofocado su juventud, manteniendo el alma de sus hijos sujeta, por así decirlo, bajo su férrea mano, como pájaro a quien encierran en jaula demasiado estrecha, se creían felices, porque se veían libres.

El zapatero es hombre de revolución, despreocupado, superior a las preocupaciones vulgares, y come tranquilamente a dos carrillos.

La misma operacion se reproduce en todos los pisos de cada casa, que presentan interminables hileras de espejos giratorios; y no pocas llevan su curiosidad hasta duplicar el aparato en sus alcobas para tener la imágen completa de lo que pasa en la calle, lo que equivale para su curiosidad á aquello de mascar á dos carrillos.

Palabra del Dia

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