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Actualizado: 5 de junio de 2025


Señor D. Paco, señor preceptor, ¿por qué tiene usted destrozada la ropa?... ¡Pues y ese gran cardenal en el carrillo...? ¿Ha estado usted quitando telarañas con la peluca?

Alonso de Burgos para el obispado vacante de Cuenca, y para el obispado de Córdoba á D. Tello de Buendia, varon insigne en virtud y letras, que prestó grandes servicios á la Iglesia y al Estado, y reconcilió con los reyes al indómito arzobispo de Toledo D. Alonso Carrillo.

Olvidábaseme de decir como el tal mase Pedro traía cubierto el ojo izquierdo, y casi medio carrillo, con un parche de tafetán verde, señal que todo aquel lado debía de estar enfermo; y el ventero prosiguió, diciendo: -Sea bien venido vuestra merced, señor mase Pedro. ¿Adónde está el mono y el retablo, que no los veo?

Amor, que con lo bajo lo alto iguala, La hace aficionarse á Juan Carrillo. Cojélos Melgarejo en una sala, Y como no es el caso de sufrillo, Aunque la dama es tal, y el galan viejo, A entrambos los ha muerto Melgarejo.

Ojeda la vio venir hacia él pasando ante el grupo que formaban el barón y sus amigos en la terraza del fumadero. Todos la consideraron con indiferencia, y ni siquiera volvieron los ojos para seguirla mientras se alejaba. La atención era para el héroe, que, con el carrillo hinchado, relataba por cuarta vez cierto desafío terrible en el que casi había matado a su rival.

Elena ha empezado el inventario por el exterior; después llegará a lo principal.» Y me dio usted un cachetito en la mejilla. Era yo muy niña, pues tenía seis años; pero siento aún en el carrillo la dulzura de aquel cachetito consolador. Mi padre está ahora mejor y ha vuelto a todas sus costumbres de trabajo, a sus estudios y a sus lecturas.

Y añadió en voz misteriosa: ¡Es una jugada del chino Quiroga! ¡Ejem, ejem! volvió á toser el maestro pasando el sapá del buyo de un carrillo á otro. Créeme, Chichoy, ¡del chino Quiroga! ¡Lo he oido en la oficina! Nakú, ¡seguro pues! exclamó el simple, creyéndolo ya de antemano. Quiroga, continuó el escribiente, tiene cien mil pesos en plata mejicana en la bahía. ¿Cómo hacerlos entrar?

Capaz sería de dejarse ganar con tal de retenerlos. Manín, sentado a un extremo de la mesa, sin intervenir en la conversación de los oficiales, cortaba con su navaja rebanadas de pan y las comía cachazudamente formando bulto en el carrillo, remojándolas con largos tragos del Burdeos que había quedado en las botellas.

Trujeron caldo, y el de las ánimas tomó con entrambas manos una escudilla, diciendo: «Dios bendijo la limpieza», y alzándola para sorberla, por llevarla a la boca, se la puso en el carrillo, y volcándola, se asó en caldo y se puso todo de arriba abajo que era vergüenza.

Está bien eso, Bartolo, pero tu madre te pegó en el carrillo derecho y el que tienes hinchado es el izquierdo. ¡Verdad! ¡verdad! exclamó la reunión en masa. Y se armó una de carcajadas tan estruendosas, que era imposible oir la voz estentórea del guerrero de Entralgo que protestaba rebosando indignación de aquel gratuito supuesto.

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