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Actualizado: 23 de junio de 2025
TRUCHAS RELLENAS. Lavados y limpios cuatro pescados de igual tamaño, se escurren bien y se llena el tronco con una especie de albondiguilla preparada con carne de carpa, trufas o criadillas de tierra y setas; se atan las cabezas de las truchas y se cuecen éstas en medio caldo.
Anda a la huerta, anda, y tráeme unos ajos y cebollas, y tráeme unas setas: anda, anda al monte, leñadorcito, que te voy a hacer una sopa que no la come el rey. Y la carpa la asaremos: ni un regidor va a comer mejor que nosotros.
CARPA A LA ALEMANA. En una cacerola se pone la carpa bien limpia y escamada con sal, pimienta, especia y cebollas cortadas en ruedas delgadas; cuando está todo bien frito se añade cerveza hasta que lo cubra, dejándolo cocer hasta que vayan embebiendo la sal, y se sirve.
Como el cazador que habla de los interesantes hechos del chacal y el jabalí, el pescador se exalta contando las finezas de la carpa y las astucias de la trucha, respetándolos casi como adversario, los combate con hábil juego y se irrita contra los indignos sujetos que destruyen la raza.
Y luego mi vista recorría con asombro los muros del despacho, empapelados de color granate; los muebles tallados de los cuales no tenía la menor idea, y comparaba aquello que yo creía la última expresión del lujo con el destartalamiento de la carpa del coronel que, a nosotros, nos parecía suntuosa.
Las marismas reunidas sobre la cubierta a proa callaban y mis compañeros, excepto Julia, dormitaban sobre las tablas caldeadas, al abrigo de la vela extendida a popa formando carpa. Nadie se movía a bordo. La mar estaba quieta como una masa de plomo a medio fundir. El cielo límpido y descolorido por el resplandor del sol de mediodía reflejaba sobre el agua como en un espejo empañado.
Llegados a Saint Jouin, la juventud invadió el jardín a la francesa de la célebre hotelera, mientras que la gente más seria, o más hambrienta, se preocupaba del almuerzo. Sus inquietudes se calmaron en breve a la vista de una cocina notablemente organizada, de la que salían olores incitantes, y todo el mundo se instaló en el jardín, bajo una carpa, alrededor de una larga mesa ya preparada.
Precisamente su resistencia á este empleo era lo que más provocaba la ira de la tía Carpa, que proyectaba sacar un buen pescador de su hijo, á quien, velis nolis, había ya matriculado, y, por ende, sujetado á las ordenanzas de la Comandancia de Marina.
Tenía la actitud de abandono que presta el sueño. El calor concentrado bajo la carpa animaba sus mejillas de ardores un poco más vivos y entre los labios medio abiertos veía yo brillar la extremidad de sus dientes blancos como los dos bordes de una concha de nácar. Nadie más que yo asistía al sueño de aquel ser encantador.
Palabra del Dia
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