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Actualizado: 6 de junio de 2025
Realmente, Darmstad es tan fastidiosa en su parte nueva, que el recorrer sus calles dan ganas de acotarse con toda franqueza, sobre los baldosas de una acera, á dormir el sueño eterno de los justos, con la esperanza de despertar, por via de compensacion, en medio de un carnaval italiano.
El saqueo de la Naturaleza, la amputación de sus entrañas de hierro, había servido únicamente para la felicidad de unos cuantos y para qué el parásito sagrado que se ocultaba tras ellos fuese el verdadero amo de todo. ¡Debía terminar aquel carnaval de la Fortuna, que sólo servía para dar nuevas fuerzas al fanatismo religioso y para irritar á la miseria, con el alarde de una concentración loca de la riqueza, que avivaba los odios sociales!...
Para nosotras, lo mismo que para los militares, la guerra es una ocasión de sacrificio y de actividad. ¡Dios me libre de desearla! La creo fatal y quiero preparar un equipo de mujeres superiores, que suplirán a los hombres de ciencia. ¡Ah! Le advierto que no quiero enfermeras demasiado elegantes. ¡Nada de rojo en los labios, ni de pintura, ni de vestidos de carnaval, ni de perfumes...!
Tal es la farsa de Carnaval que se halla en su Cancionero, muy parecida por lo demás á los llamados después entremeses. Cuatro pastores celebran en un banquete el martes de Carnestolendas, y se despiden amorosamente de los placeres, á que han de renunciar por tanto tiempo.
El batir de los tamborcitos, el estrépito de las trompetillas de hoja de lata, la música nasal de los acordeones y los organillos se mezclaban en concierto de carnaval, y en medio de todo, la muchedumbre iba y venía empujándose, tropezándose, con la cara vuelta hácia las tiendas de modo que los choques eran frecuentes y no poco cómicos.
Las primeras son un carnaval de disfraces ridículos, que estorbaban y mortificaban, sirviendo sólo para ahogar á los guerreros y hacerlos inofensivos; al paso que las otras, sobre todo, las armas de los terribles decápodos, son de tal suerte horrorosas que, si tuvieran la altura del hombre, nadie podría mirarlas sin desvío: los más valientes se sentirían turbados, magnetizados de terror.
Acá ronda distraído, por una acera, un par de guardias civiles ó gendarmas de estrambótico uniforme, que hacen recordar el carnaval; ó se detienen, con la conciencia de su inutilidad, a departir con algún barbero desocupado que espera á sus parroquianos en la puerta del taller, armado de su amenazante navaja.
Algo bueno iba a surgir de su inesperada amistad con el personaje... Y el recuerdo del marqués le acompañó como una promesa de fortuna en los días de Carnaval. Al llegar Maltrana a Bellasvistas, creyó ver la reproducción animada de un cuadro de Goya.
Al principio sólo se verificaban las representaciones los domingos y días festivos; pero á poco, y á causa de la creciente afición á ellas, se hicieron también en los días de trabajo dos veces á la semana, los martes y jueves, y los tres días de Carnaval. Cerrábanse los teatros el miércoles de Ceniza, y no se abrían hasta la Pascua.
Preocupado Candido de júbilo y sentimiento, gozoso por haber vuelto á ver á su fiel agente, atónito de verle esclavo, rebosando en la alegría de encontrar á su amada, palpitándole el pecho, y vacilante su razon, se sentó á la mesa con Martin, el qual sin inmutarse contemplaba todas estas aventuras, y con otros seis extrangeros que habian venido á pasar el carnaval á Venecia.
Palabra del Dia
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