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La tomó el paje, y, ya con ella, alumbró a Mutileder, y mostrándole el camino, le dijo que le siguiera. Subieron ambos por una estrecha y larga escalera de caracol: llegaron luego a otra puertecilla; la abrió el paje; levantó un tapiz que había detrás, y él y Mutileder penetraron en una sala espaciosa y bien iluminada.

Las de caracol se encuentran en varios puntos, sin que se sepa a dónde van a parar, y puertas tabicadas, huecos con alambrera, tras los cuales no se ve más que soledad, polvo y tinieblas. A un sitio llegamos donde Pez dijo: «esto es un barrio popular». Vimos media docenas de chicos que jugaban a los soldados con gorros de papel, espadas y fusiles de caña.

Por fin, distinguió a Juan Pablo en el rincón inmediato a la escalera de caracol por donde se sube al billar. Acompañábanle en la misma mesa dos personas: una mujer bastante bonita, aunque estropeada, y un joven en quien al pronto reconoció D. Evaristo a Maximiliano. Los dos hermanos sostenían conversación muy animada.

No tienen ustedes más que bajar por la primera escalera de caracol y luego dar media vuelta... Bringas, , es el sacristán de la Capilla. ¿Qué está usted diciendo, señora? Buscamos al oficial primero de la Intendencia. Entonces será abajo, en la terraza. ¿Saben ustedes ir a la fuente? No. ¿Saben la escalera de Cáceres? Tampoco. ¿Saben el oratorio? No sabemos nada.

Y no cómo se las componen los absolutistas; pero para ellos no se han establecido las diligencias; ellos esperan siempre a pie firme la vuelta de su Mesías; en una palabra, siempre son de casa; este partido no tiene más movimiento que el del caracol; toda la diferencia está en tener la cabeza fuera o dentro de la concha. A propósito, ¿la tiene ahora dentro o fuera?

Al pasar por aquellos callejones en caracol, las bandas de mujeres jóvenes y de muchachos nos rodeaban gritando; las mujeres con una amabilidad provocadora se ofrecían a bailar, porque así ganan la vida muchas de ellas; y los muchachos pedían en coro un chavito, como los de Toledo. El que juzgase á esas mujeres por sus apariencias se equivocaría completamente.

Más de un momento de melancolía debo al caño desolado, que parece murmurar una queja constante; es algo como el rumor del aire en los meandros de un caracol aplicado al oído. Aunque de poca profundidad, el caño basta para dificultar en extremo el uso de los carruajes en las calles de Bogotá.

La pirámide ó el cuerpo que cubre el centro tiene una estupenda elevacion, y el visitante sube á la cima por escaleras de caracol que hacen pensar en los Titanes escalando el cielo, ó por medio de una maquinaria ingeniosa que levanta suavemente docenas de curiosos, produciendo la misma sensacion de uno de esos sueños de encantamientos en que algun poder misterioso nos lleva á las regiones aéreas.

Después, precedidos por una vieja, subimos por una escalera de caracol que llevaba a la torre; había que marchar con cuidado por los escalones húmedos, resbaladizos y rotos, y bajar la cabeza para no tropezar. Al final, la criada abrió una puerta y pasamos los tres a una biblioteca abandonada, en donde había varios colchones de paja tirados en el suelo, y allí dormimos.

El cocinero mayor atravesó el arco de las caballerizas, la plaza de Armas, el vestíbulo y el patio del alcázar, se metió por un ángulo, por una pequeña puerta, empezó á trepar por unas escaleras de caracol, y á los cien peldaños desembocó en una galería, apenas alumbrada por algunos faroles; apenas entró, llegó á sus oídos la voz de dos mujeres que cantaban de una manera acompasada y lenta, como quien se fastidia, un villancico.