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Actualizado: 7 de junio de 2025
Con la relacion anterior llegó á agotarse completamente la paciencia de la archiduquesa, porque acabó de conocer, que habia empleado en vano todos los recursos que le proporcionara su acendrado amor, para ver si de esta suerte hacia desaparecer de su marido una pasion que ella jamás creyó arraigada, porque la creia un capricho.
Al comienzo de nuestras relaciones he visto á Lea en peinador de seda, con unos zafiros de veinte mil francos en las orejas, almorzando unos arenques en una mesa sin mantel, en un plato desportillado y con vino de champagne bebido en tazas de cocina. El orden, el decoro de la vida eran letra muerta para ella. Lo importante, lo que ella satisfacía ante todo, era su capricho.
Don Andrés, el consejero, se mostraba triunfante al comentar aquel cambio. ¿Qué había dicho él, siempre que doña Bernarda, en las íntimas confidencias de aquella amistad que casi tomaba el carácter de una pasión senil, tranquila y respetuosa, se quejaba de la rebeldía del muchacho? Aquello pasaría: era un capricho de la edad; había que dar a la juventud lo suyo.
Con la viveza de una niña que corre a satisfacer un soñado capricho, atravesó Currita los vastos departamentos del palacio, en que resplandecían por todas partes el lujo y la molicie; llegó a uno de sus extremos, la de honor en otro tiempo, habitada entonces por la servidumbre.
En mis juventudes no nos pagábamos de tales extravagancias; buenos brillantes, bonitas perlas, algún corazón de rubíes.... ¡ah! también usábamos los camafeos; pero era un capricho precioso... se grababa en ellos el retrato de uno mismo... o alguna virgen, algún santo. Reinó breve silencio; las Amézagas no se atrevían a replicar, subyugadas por el señorío de aquella autorizadísima voz.
Al pie de la escalera, un enorme oso de Noruega sentado gravemente sobre sus patas de detrás, presentaba con las de delante una bandeja de plata destinada a recibir las tarjetas de visita. Era este un capricho del príncipe de Gales que había visto Currita en el palacio de Sandringham, y apresurádose a copiar a costa de dinero.
De-Hinchú debió ser feliz aquellos breves meses, ricos en promesas que no vimos cumplidas. Tenía para su pequeña amiga la misma supersticiosa adoración, aunque no el mismo capricho, que para su dios pagano, de porcelana.
Podía yo ir hacia el punto del horizonte al cual me impulsara el capricho, y, sin embargo, por más que andaba, me parecía que no cambiaba de sitio, de tal modo había perdido la naturaleza que me rodeaba su encanto y su variedad. Ya no oía el torrente, ya no veía rocas ni nieves; la monótona campiña era la misma siempre.
Así, quien sepa sujetarles por esta su gran debilidad, podrá gobernarles á su capricho y sin esfuerzo.
Entró D. Baldomero de la calle cuando ya se iban a sentar a la mesa, y dijo con la mayor naturalidad del mundo que le había caído la lotería. Oyó Barbarita la noticia con calma, casi con tristeza, pues el capricho de la suerte loca no le hacía mucha gracia.
Palabra del Dia
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