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Actualizado: 1 de mayo de 2025


Cantaba también con voz de falsete, capaz de rasgar los oídos mejor dispuestos, y era la broma obligada entre sus amigos hacerle cantar después de comer. Era buen muchacho y vivía con una bailarina de la Ópera, con la que tenía dos hijos. El jefe de comedor se presentó á anunciar que la comida estaba dispuesta y todos se dirigieron á la mesa.

Y todo el público, arremolinándose, de pie y con el puño amenazante, señalaba al vejete que, cuando cantaba la tiple, metía la nariz en la capa para llorar, y ahora se erguía intentando en vano hacerse oír. ¡A la cárcel! ¡A la cárcel!

Si todos los sentimientos que elevan y ennoblecen el alma cegaban al duque, todos los impulsos buenos y puros del corazón cegaban a Stein con respecto a María. ¡Cuál sería, pues, su asombro al verla sin mantilla, sentada a la mesa en un taburete, teniendo a sus pies una silla baja, en que estaba Pepe Vera, que tenía una guitarra en la mano y cantaba: Una mujer andaluza tiene en sus ojos el sol; una aurora en su sonrisa, y el paraíso en su amor.

Estaremos de plantón hasta que se cierre y nos dirán que volvamos mañana... Campistrón no era tan orgulloso cuando cantaba conmigo la Favorita en Perpiñán...

En el ensayo no veía un Nabucodonosor que parecía el rey de bastos, ni un Atila semejante a un cabrero, sino un caballero particular que cantaba bien y estaba preocupado de veras con sus cosas, verbigracia, la mala paga, el mal tiempo que le tomaba la voz, o el correo que le traía malas noticias.

Por la noche se tocaba, se cantaba, se saboreaban los escándalos sociales, se criticaba, se mordía en grande y se jugaba... se jugaba grueso. Era la única mala pasión del gentil don Benito; superior en él a todas las otras, lo dominaba y lo consumía.

Dora iba vestida con unos trajecitos baratos, sencillos y elegantes, que el general había admirado muchas veces en los periódicos ilustrados. Tocaba el piano, cantaba en inglés y tenía la soltura y las formas gimnásticas de un muchacho.

Cantaba con la alegría de un pájaro que saluda al día y al amor cuando la despertaba Sigfrido, el gran niño sin miedo y sin prudencia, y al despojarla de su armadura le arrebataba la virginidad. ¡Adiós, grandeza fría de los dioses! Ella quería ser mujer, con todos los dolores y las pobres alegrías de los humanos.

Al acercarse al sitio indicado por Martín, oyeron una voz que cantaba. Sorprendidos, fueron despacio acortando la distancia. No serán las brujas dijo Martín. ¿Por qué las brujas? preguntó Briones. ¿No sabe usted que estos son los montes de las brujas? Aquel es el monte Aquelarre contestó Martín. ¿El Aquelarre? ¿Pero existe? . ¿Y quiere decir algo en vascuence, ese nombre?

Subía al palco a saludarla, y muchas veces, por exigencia de ella, se quedaba allí uno o dos actos. En estas ocasiones solía la dama retirarse al antepalco y charlar con él íntimamente a la sombra discreta de las cortinas. Cuando se cansaba, o en la escena se cantaba una pieza de empeño, guardaba silencio, volvía la espalda al joven y escuchaba un rato.

Palabra del Dia

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