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Actualizado: 10 de junio de 2025
Quería canarios de alcoba a todo trance, aunque salieran raquíticos y feos; aunque luego fueran traviesos, enfermos y calaveras; aunque de hombres la mataran a disgustos. Sus dos hermanas mayores parían todos los años, como su madre. Y ella nada, ni esperanzas.
Nunca divago, y sobre todo, sobre ese tema; porque sé bien de lo que trato. ¡Canarios! dijo mi tío riendo. Sin embargo, acabas de decirnos que no quieres a nadie. ¡Es cierto! repliqué rápidamente, medio turbada con mi indiscreción. Pero ¿no creéis tío, que la reflexión pueda suplir a la experiencia? ¡Cómo no! ¡Ya lo creo! sobre todo, tratándose de semejante asunto.
La pequeña exhala un grito, cáese el librote, espabílanse los canarios y las moscas, el viejo se yergue sobresaltado, despavorido y turbado yo mismo un poco, me paro en el umbral diciendo a voces: ¡Buenos días, buenas gentes, soy amigo de Mauricio! ¡Oh!
Dejemos, pues, sentado que nos gustan todos los pájaros, ruiseñores, canarios, malvises y jilgueros que cantan en el árbol de que nos habla Zola. ¡Ojalá nos fuera permitido pasar la vida reclinados dulcemente bajo su frondosa copa escuchándolos! Pero todo el mundo se empeña en aconsejarle a uno que trabaje.
Colgadas en la pared había por último, algunas macetas de loza de la Cartuja sevillana, con geranio-hiedra y otras plantas, y tres jaulas doradas con canarios y jilgueros. Aquella sala era el retiro de Pepita, donde no entraban de día sino el médico y el padre vicario, y donde a prima noche entraba sólo el aperador a dar sus cuentas. Aquella sala era y se llamaba el despacho.
Entretanto, allá van algunos La Granadina es floricultora, domadora de gatos y domesticadora de canarios. Recomiendo á los pintores de género el insondable cuadro de una de estas mujeres de su casa, sentada al lado de un balcón, lleno de macetas floridas, entre una manada de gatos enroscados á sus pies, y media docena de canarios enjaulados sobre su cabeza.
Manos habilísimas tocaban en él una redoma muy aplaudida, «La caída de las hojas», música soñadora y lánguida que delataba un ejecutante melancólico. Me detuve cerca de una reja. Entonces pude columbrar el interior: gracioso jardín, amplios y frescos corredores, pretiles llenos de macetas con rosales, camelias y azaleas, jaulas y jaulitas, una pajarera llena de canarios que cantaban regocijados.
Vamos, Placidete, ¡que no es dinero perdido! Y acompañó estas palabras con un guiño significativo. Plácido recordó el caso de un estudiante que ganaba cursos regalando canarios, y dió tres pesos. Mira, ¿sabes? escribiré claro tu nombre para que el profesor lo lea, ¿ves? Plácido Penitente, tres pesos. ¡Ah! ¡escucha!
"Españoles y canarios, decia en su manifiesto; contad con la muerte aun siendo indiferentes, si no obrais activamente en favor de la libertad de la América. Americanos, contad con la vida aun cuando seais culpables."
Hablaba con ternura infantil de Chifón, un gato obeso y lustroso, y de dos canarios que había confiado a la portera.
Palabra del Dia
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