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Actualizado: 1 de julio de 2025
Lo primero es que te pongas bueno. Mí estar bueno... mí no c'lentura ya... mí contentada. Tú viener migo siempre, por mondo grande, caminas mochas, libertanza, mar, terra, legría mocha... Muy bonito; pero ahora caigo en la cuenta de que tú y yo tenemos hambre, y entraremos a cenar en cualquier taberna. Si te parece, aquí en la Cava Baja... Onde quierer tú, yo quierer...».
«Corrientes aguas, puras, cristalinas, árboles que os estáis mirando en ellas, verde prado de fresca sombra lleno, aves que aquí sembráis vuestras querellas, hiedra que por los árboles caminas torciendo el paso por su verde seno....»
Pero si persistes y logras convencerles y te ponen el marchamo de medianía incurable, entonces verás cuán desembarazado caminas; las selvas enmarañadas se abrirán para dejarte paso, las montañas se abatirán, los ríos quedarán en seco y entre nubes de incienso proseguirás tu marcha gloriosa arrullado por los ¡hosanna! de la crítica.
Dios ha puesto en ti fe y razón; aquélla, como faro eterno a que caminas y te alumbra; ésta, como apoyo y sostén para cuando dudes; mas ten cuenta que si tu fe vacila, antes te será causa de desdicha que de consuelo y esperanza.
Es tiempo de que te marches. Pero tú vives como en una atmósfera irreal, tu razón y tu voluntad ya no cuentan para nada. Repentinamente el deseo sobresalta tu corazón con una extraordinaria violencia; caminas hacia la pieza contigua con ánimo de huir, pero en seguida te vuelves.
¿Quién eres, fiera ilusión, Que mis sentidos espantas? Sombra ó prodigio, ¿quién eres? El desengaño; ¿no hablan Por mí estas empresas todas Que miras? Cuenta mis canas, Cuando no puedas mis ojos, Y mira atrás con qué cara Doy carta de pago al mundo. ¿Dónde caminas?
Fingiéndote dormida, cual sonámbula audaz, en la alta noche, caminas abordando los abismos, y eres el albo escudo, protector de sagrados misticismos, y eres dorado broche del rosario oloroso de sampagas, emblema de virtudes femeninas, que adoran las dalagas nuestras dulces mujeres filipinas.
Aunque los pocos años que tengo más que tú no me hagan salir de la edad de mancebo, todavía no los viví en balde. Antes que tú visité a Granada; experiencia precoz de mi juventud la compré a trueque de sinsabores sin término, y esto me da sobre ti una autoridad que serás necio desatendiéndola y no mostrándome el sendero peligroso por donde caminas. Adiós.
El autor defiende su obra, insiste el otro, discuten acaloradamente y no llegan á un acuerdo. El amigo concluye, con énfasis profético: Hijo mío, haz lo que quieras; mi opinión leal, ya la sabes; yo creo que caminas á un desastre. ¡Ahora, tú allá!...
Tú caminas para Córdoba: tu frente la veo de berroqueña, como antaño, y por último y feliz horóscopo, tus luengas orejas no han menguado ni un negro de la uña... ¡Oh, qué suerte tan dichosa te espera!; dame paz en el rostro y prométeme tu gracia y favor...
Palabra del Dia
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