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Actualizado: 16 de junio de 2025
Ya te he contado cuánto mi padre me prefería y con cuánta liberalidad satisfacía todos mis caprichos. Derroché el dinero y la salud hasta que él me llamó para darme el último abrazo, y entonces me encontré mejorado en su testamento todo cuanto la ley permitía. El marido de mi hermana era un calavera, y mi padre les mermó la herencia todo lo posible.
Cuando nos retiramos de casa de Pepita Jiménez y volvimos a la nuestra, mi padre me habló resueltamente de su proyecto: me dijo que él había sido un gran calavera, que había llevado una vida muy mala y que no veía medio de enmendarse, a pesar de sus años, si aquella mujer, que era su salvación, no le quería y se casaba con él.
Porque con este honorable gremio, Villaespesa ha sido un águila. Una vez empeñó una calavera, asegurando que volvería a sacarla, porque era un recuerdo de familia. Estos episodios pertenecen a la época heroica de mi generación literaria.
Ansiaba la llegada del día como un descanso, y antes de apuntar el alba estaba de pie para asistir a la misa primera. Cuando ellos se levantasen, ya andaría él muchas horas por el mundo. No crea usted, señora continuó , que siempre he vivido tan cristianamente. He tenido mis épocas de calavera, de trasnochador. Al decir esto, sonrió con una candidez que pretendía ser maliciosa.
Su frente calva y su barba luenga y blanquísima le daban muy venerable aspecto. Sobre la mesa, además de la lámpara, había recado de escribir, un crucifijo de metal sobre una cruz de ébano, varios libros manuscritos e impresos y una calavera. Cuando entró Fray Miguel, el Padre Ambrosio le indicó para que se sentase un sillón de brazos, al otro lado de la mesa y enfrente al que él ocupaba.
Sí, pues; para pagarlos estaba el padre, que tenía, debajo de la cama, una mina destinada al uso personal y exclusivo del hijo calavera... Bueno, esta vez sería la última; pero como no podía permitir que anduviera de vago ni que volviera a la Bolsa, acababa de conseguir del doctor Eneene un empleo en el Ministerio y un buen sueldo.
Se reduce a arrostrar en todas nuestras acciones la publicidad, a vivir ante los otros, más para ellos que para uno mismo. El calavera es un hombre público cuyos actos todos pasan por el tamiz de la opinión, saliendo de él más depurados. Es un espectáculo cuyo telón está siempre descorrido; quítensele los espectadores, y adiós teatro. Sabido es que con mucha aprensión no hay teatro.
El famoso Alcibíades era el calavera más perfecto de Atenas: el célebre filósofo que arrojó sus tesoros al mar, no hizo en eso más que una calaverada, a mi entender de muy mal gusto: César, marido de todas las mujeres de Roma, hubiera pasado en el día por un excelente calavera: Marco Antonio echando a Cleopatra por contrapeso en la balanza del destino del Imperio, no podía ser más que un calavera; en una palabra, la suerte de más de un pueblo se ha decidido a veces por una simple calaverada.
Mientras esto se decía en el borde de la Trascava, la Nela había emprendido allá abajo la persecución de Lili, el cual, más travieso y calavera en aquel día que en ningún otro de su monótona existencia, huía de las manos de la chicuela.
Cuando quiere poner un término a la escena, finge tropezar con él, y le da un pisotón; el otro entonces le dice: perdone usted; y el calavera se incorpora con su gente. A los pocos pasos se va con los brazos abiertos a un hombre muy formal, y ahogándole entre ellos: Pepe exclama, ¿cuándo has vuelto? ¡Sí, tú eres!
Palabra del Dia
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