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Actualizado: 28 de octubre de 2025


Es una creencia popular en el Oriente que las lágrimas de los niños se convierten en perlas al caer en el mar. JOS

Era el junker, el oficial del monóculo. Volvía á caer en sus manos... Le señaló con el extremo de su revólver dos cubos que estaban á corta distancia. Debía llenarlos en la laguna y dar de beber á sus hombres, sofocados por el sol. El tono imperioso no admitía réplica, pero don Marcelo intentó resistirse. ¿El sirviendo de criado á los alemanes?... Su extrañeza fué corta.

Los transeúntes que casualmente cruzaban lo hacían apresuradamente, arrebujados en sus capas y tapándose con el paraguas. Los faroles se habían puesto el gorro blanco de dormir, y dejaban escapar melancólica claridad. No se oía ruido alguno si no era el rumor vago y lejano de los coches, y el caer incesante de los copos como un crujido levísimo y prolongado de sedería.

Melchor había dejado caer al suelo los diarios que tuvo en la mano y que levantó y puso sobre el asiento que tenía delante.

Con voz que parecía un suspiro, pronunció estas palabras, aflojando los músculos de la mano con que estrechaba la de su hermano: ¡Ni a ti tampoco! Y dejando caer la cabeza sobre el pecho, dejó de existir. ¡Extraña cosa!

»Tentaciones me han dado de enterarle de lo que pasa; pero he tenido miedo de que ahora se fijase más que antes en Antonia... No, no, vale más que no sepa una palabra. »¡Hija mía! »Me pareció que despertaba. Acaba de murmurar palabras incoherentes, que no he podido entender, y ha vuelto a dejar caer la cabeza sobre el almohadón, sumida en su sopor. »Estoy muy inquieto y como sobresaltado.

La veía caer acechada, perseguida por él, atropellada por su loca pasión, y asistía a todo el horror de su vergüenza, a todas las horas atormentadas de su vida, hasta que ésta se extinguió en agonía trágica.

Habían minado con todos los explosivos sobrantes de la guerra el Casino, la plaza, la ciudad. Yo subí, aturdido, hasta las nubes, pero pude ver cómo desaparecía Monte-Carlo y hasta el peñón de Mónaco, ocupando el mar, con una ola gigantesca, el sitio de las tierras desaparecidas. Y cuando volví a caer... Despertó usted dijo Novoa.

Los exigentes suelen ser afortunados: todos los edificios del terreno incorporado á la mezquita vinieron al suelo, y es probable que solo se conservase en pié la palma de la vieja, porque dice Al-Makkarí que este árbol venia á caer en el proyecto dentro del ensanche del patio, donde el afortunado vegetal tenia ya otros compañeros .

En todo el día siguiente comieron dos chipas, último resto de provisión, que Podeley probó apenas. Las tacuaras taladradas por los tambús se hundían, y al caer la tarde, la jangada había descendido a una cuarta del nivel del agua.

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