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Actualizado: 17 de junio de 2025


El fraile administrador díjole entonces que si no los podía pagar, otro se encargaría de beneficiar aquellos terrenos. Muchos que la codiciaban se ofrecían. Cabesang Tales creyó que el fraile se chanceaba pero el fraile hablaba en serio y señalaba á uno de sus criados para tomar posesion del terreno.

El fraile hacendero y el nuevo inquilino de los terrenos de Cabesang Tales se habían encontrado muertos, rota la cabeza y llena de tierra la boca, en los linderos de los terrenos de aquel; en el pueblo, la mujer del inquilino muerto amaneció tambien asesinada, la boca llena igualmente de tierra y el cuello cortado, con un papel al lado donde se leía el nombre «Tales» escrito en sangre como trazado por un dedo...

Tengo en mis manos la voluntad del gobierno, continuó Simoun; he empeñado y gastado sus pocas fuerzas y recursos en tontas espediciones, deslumbrándole con las ganancias que podía sisar; sus cabezas están ahora en el teatro tranquilas y distraidas pensando en una noche de placeres, pero ninguna volverá á reposar sobre la almohada... Tengo regimientos y hombres á mi disposicion, á unos les he hecho creer que la revolucion la ordena el General, á otros que la hacen los frailes; á algunos les he comprado con promesas, con empleos, con dinero; muchos, muchísimos obran por venganza, porque están oprimidos y porque se ven en el caso de morir ó matar... ¡Cabesang Tales está abajo y me ha acompañado hasta aquí!

Ellos tenían sus familias y con más necesidades seguramente que la familia de aquel indio: el uno tenía una madre que pensionar y ¿qué cosa hay más sagrada que alimentar á una madre? el otro tenía hermanas todas casaderas, el de más allá numerosos hijos pequeñitos que esperan el pan como pajaritos en el nido y se morirían de seguro el día en que su destino le faltase; y el que menos, el que menos tenía allá lejos, muy lejos, una mujer que si no recibe la pension mensual puede verse en apuros... Y todos aquellos jueces, hombres de conciencia los más y de la más sana moralidad creían hacer todo lo que podían aconsejando la transaccion, que Cabesang Tales pagase el cánon exigido.

Podemos indigestarnos, observó el secretario aludiendo al calor de la discusion. Entonces lo dejaremos para mañana. Todos se levantaron. Mi General, murmuró el alto empleado; la hija de ese Cabesang Tales ha vuelto solicitando la libertad de su abuelo enfermo, preso en lugar del padre... Su Excelencia le miró disgustado y se pasó la mano por la ancha frente.

Papeles no tenía ninguno, tenía apuntes clínicos, nada más. ¿Es que el señor Simoun...? Simoun nada tiene que ver en el asunto, ¡gracias á Dios! añadió el médico; ha sido oportunamente herido por mano misteriosa y está en cama. No, aquí andan otras manos, pero no menos terribles. Basilio respiró. Simoun era el único que le podía comprometer. Sin embargo pensó en Cabesang Tales. ¿Hay tulisanes...?

Cabesang Tales cogió el relicario y le dió varias vueltas: sus sienes le latían violentamente, sus manos temblaban. ¿Si pidiese él más? aquel relicario les podría salvar; era excelente ocasion aquella, y no se volvería á presentar otra.

Cabesang Andang seguía sus lamentaciones. Ella no le pedía que se declarase partidario de los frailes, ella tampoco lo era; bastante sabía que por uno bueno hay diez malos que sacan el dinero de los pobres y envían al destierro á los ricos. Pero uno debe callarse, sufrir y aguantar; no hay más remedio.

¡Vaya, morirse de vejez! ¡Si al menos hubiese sido de alguna enfermedad! Basilio en su afan de hacer autopsias quería enfermedades. ¿No teneis nada nuevo que contarme? Me quitais las ganas de comer contándome las mismas cosas. ¿Sabeís algo de Sagpang? El viejo contó entonces el secuestro de Cabesang Tales. Basilio se quedó pensativo y no dijo nada. Se le había ido por completo el apetito.

Palabra del Dia

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