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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Así no se podía vivir, con aquel cañón que pesaba quintales, mundos de plomo y aquel frío que comía el cuerpo y el alma no se podía vivir.... Mejor suerte hubiera sido estar al otro extremo del cañón, allí sobre la tapia.... , ; él hubiera cambiado de sitio. Y eso que el otro iba a morir». «Era Álvaro, ¡y no iba a durar un minuto! ¿Caería en el parque o a la calleja?...».

Andando ya monte arriba, me declaró Chisco, en respuesta a una insinuación mía, que no habían querido, él y Chorcos, enterar a nadie más que a del hallazgo del oso, porque tal como se presentaba el lance, era «cosa curriente» y a «cañón posau...» y cuantos menos bultos, más claridad.

En ese instante se oyó un estampido formidable, como si la boca de un cañón del «Belgrano» o del «San Martín» hubiera entrado en el coche y vomitado un cañonazo: ¡¡¡Booooletooos!!! Cuando el jefe del tren llevó los que Melchor humildemente le entregó, el convoy llegaba a su estación terminal.

Es curioso el cánon 22 del concilio de Aquisgran, que previene todo lo que constituye el vestuario del monge. Encárgase en él al abad que á cada religioso los efectos siguientes: dos camisas, dos túnicas, dos cogullas, dos escapularios, cuatro pares de calzas, dos de calzoncillos, dos de zapatos.

Y a propósito de mi patrón, no he referido que al tiempo de partir, dándome un apretado abrazo, y sin duda para ofrecerme un testimonio maravilloso de su cariño y estimación, me reveló al oído que su famoso cañón estaba hecho de amianto. Ruego al lector que no divulgue el secreto.

Y luego... ¡estas armas! ¿para qué son estas armas? ¿a quién tiene que matar un hombre honrado? Son objetos de arte, la dije. Traed: pues, a vuestro gabinete un cañón de a veinticuatro cincelado. ¡Ah! ¿no crees que sea necesario alguna vez?... ¡Nunca! ¿Ni aun por un asunto de honor?

El canon condena enérgicamente estos desórdenes, y señala penas á los clérigos que los cometan, ó los consientan ó favorezcan. Concluye exceptuando expresamente de este anatema á las representaciones honestas y devotas, que se celebran en los días festivos indicados, y en otros que no menciona .

Y el maestro Zeli, olvidando que era difícil hacerse oír a dos tiros de cañón de distancia, animaba con la voz y con el gesto a los marineros que conducían a bordo a Kernok. Por fin el bote se acercó al brick y atracó a estribor. El maestro Zeli corrió a la escala a dar el silbido que anunciaba al capitán, y, con el sombrero en la mano, se dispuso a recibirle.

Otras veces, la mancha negra surge de improviso detrás de las butacas, se arrastra lentamente por la alfombra y va á ocultarse entre los pliegues de las cortinas. Otras, baja por el cañón de la chimenea un zumbido, aunque leve, extraño por demás y medroso.

Yo me quedo contestó secamente. La pareja se despidió con un estrecho y efusivo abrazo, al que siguieron algunas lágrimas. ¡Don Jorge! ¿También se va usted? preguntó la Duquesa cuando vio a aquél que parecía aguadar a Tomás para acompañarle. Hasta el cañón contestó. Y, diciendo esto, besó a la Duquesa, dejando encendida su blanca cara y rígidos de asombro sus entumecidos nervios.

Palabra del Dia

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