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Actualizado: 14 de junio de 2025


Fué lástima que no tuviéramos el cañón de la cueva del río para saludar con salvas nuestra primera conquista. Luego nos dispusimos a reconocer el barco. El Stella Maris estaba hundido por la proa y levantado por la popa. La cubierta se hallaba rajada a consecuencia de haberse venido abajo los palos y las poleas.

Desde este momento nada quedaba que hacer para los tímidos, sino taparse los oídos y cerrar los ojos. Los demás vuelan a las armas por todas partes; el tropel de los caballos hace retemblar la Pampa, y el cañón enseña su negra boca a la entrada de las ciudades. Me es preciso dejar a Buenos Aires para volver al fondo de las demás provincias a ver lo que en ellas se prepara.

Á otra daba caza el Bajá, después de haber tomado una galera. Disparó un cañón que le pasó por entre los fanales, que espantó á Dramuxo, Arráiz y Cómitre Real, y le dijo qué quería hacer de aquélla, si quería perder de gozar de la victoria que había habido.

A la bayoneta! «El coronel nos gritaba, «Y sin miedo nos llevaba «A la boca del cañon. «Al brazo el arma llevaba, «Metralla y bala llovia, «Y entonces yo no pedia «Una limosna por Dios! «Cuantas veces en los Andes «Al venir la madrugada, «En medio de una nevada «Mi bigote emblanqueció. «Hoy la nieve de los años «Mi cabello ha encanecido, «Y estiendo la mano y pido «Una limosna por Dios!

Pero éste, ciego de coraje, se venía sobre nosotros viento en popa. Al llegar a tiro de fusil, orzó y nos descargó su andanada. En el tiempo que medió de uno a otro disparo, la tripulación, que había podido observar el daño hecho al enemigo, redobló su entusiasmo. Los cañones se servían con presteza, aunque no sin cierto entorpecimiento, hijo de la poca práctica de algunos cabos de cañón.

Este se encabritó como si fuera un solo caballo; chocamos unos con otros, y el espectáculo de dos compañeros muertos sin combatir nos llenó de terror. Al mismo tiempo oímos decir que escaseaban las municiones de cañón. ¡Terrible palabra!

No pudo acabar. Un soldado, que había llegado a la cima, le puso el cañón del fusil en la frente, y le deshizo la cabeza, diciendo: ¡Muere, cochino! Lo mató sin hacer caso de las voces de sus compañeros, que gritaban: ¡Déjamelo a ; déjamelo a !

Tenía su idea y para nada necesitaba de consejos ni de la protección de nadie. Se las componía sola mucho mejor, y cualquiera que fuese su cruz, no le hacía falta Cirineo. Sus acciones eran decisivas, rectilíneas, iba a ellas disparada como proyectil que sale del cañón.

Los patriotas, por su parte, no anduvieron cortos en la respuesta, y lanzaron sobre las fortalezas 20.327 balas de cañón, 317 bombas e incalculable cantidad de metralla. Al principiarse el sitio contaba Rodil en los castillos una guarnición de 2.800 soldados, y el día de la capitulación sólo tuvo 376 hombres en estado de manejar un arma.

Los alemanes no podían vencer porque tenía pensado ofrecer a la Francia un sistema de cañones que daba al traste con todos los inventos que hasta ahora se habían realizado en materia de artillería. Era un cañón el suyo extraordinario, mejor dicho, maravilloso; un hombre lo podía subir a la montaña más alta. No será de hierro. No, señor. ¿De madera? Tampoco. ¿De papel? No, señor.

Palabra del Dia

consolándole

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