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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Sus principales esfuerzos se dirigian á las trincheras que mandaban D. Francisco Barreda, D. Juan de Monasterio y D. Juan de Cáceres, porque reconocieron desde el dia antecedente, que ya estaba abandonado el Castillo de Santiago, cuyo fuego las ponia á cubierto, é impedia á los rebeldes acercarse demasiado á ellas; como lo egecutaron avanzando repetidas veces con obstinacion, sin embargo de haber sido siempre rechazados.

Diráse en su lugar de aquesta armada, Volvamos á la história comenzada. Al Cáceres y Obispo revolviendo, Llegan á Santa Cruz, que de la Sierra Se llama; discordia, descogendo Sus velas, ha causado tanta guerra Entre los dos, que el odio ya creciendo, Los huesos uno al otro desentierra, Y mas que unas berceras en cantillo Se tratan, que es vergüenza de escribillo.

Logróse el mismo objeto por la parte del Cerro de San José, donde tambien fueron rechazados los rebeldes por el alferez D. Juan Cáceres, que los acometió con la compañia de caballeria de Pomata, otra de ronderos de Chucuito, y abrigado del fuego de los fusileros, apostados en la torre de la iglesia.

O bien bajaba la escalera de Cáceres, atravesando luego el patio, o bien, si el tiempo estaba lluvioso, recorría la ciudad alta hasta la escalera de Damas, dirigiéndose por las arcadas al Real Patrimonio. Como salía poco a la calle, hasta el paraguas había dejado de serle necesario en aquella feliz vivienda, complemento de todos sus gustos y deseos.

No tienen ustedes más que bajar por la primera escalera de caracol y luego dar media vuelta... Bringas, , es el sacristán de la Capilla. ¿Qué está usted diciendo, señora? Buscamos al oficial primero de la Intendencia. Entonces será abajo, en la terraza. ¿Saben ustedes ir a la fuente? No. ¿Saben la escalera de Cáceres? Tampoco. ¿Saben el oratorio? No sabemos nada.

El Cáceres venido pues

El Cáceres estaba tan furioso, Tan altivo, soberbio y endiablado, Que no tiene en mismo algun reposo, Ni puede estar momento reposado. Del Provisor estando receloso, Por ver que era sagaz y redoblado, Acuerda de embarcarle en un navìo, Y él bajase así mismo por el rio.

Irala astuto, sabio, cauteloso, Del enfermo se hizo en este punto, Y por quedar él libre y ganancioso, Segun pude saber, y lo barrunto A Cáceres agudo y bullicioso, Le dice, con Venegas vaya junto, Y Cabrera, del Rey tres oficiales, Principio y causadores de estos males. El pueblo conmovieron ignorante, Y en odio le encendieron como brasa.

En él estaban solas dos personas: Juan Montiño y el finchado hidalgo don Bernardino de Cáceres. ¿Me permitís, caballero? dijo la Mari Díaz tocando Suavemente en un hombro á Juan Montiño, y con la voz más dulce del mundo. El joven se volvió y vió á la comedianta que le saludó Con una graciosa inclinación de cabeza y una sonrisa.

; le he llevado por mi desdicha al teatro; allí ha tropezado con ese impertinente de don Bernardino de Cáceres, que le ha provocado; que le ha metido en un lance. ¡Bah! pues don Bernardino no le matará exclamó con gran confianza el tío Manolillo. ¿Y decís que irá al alcázar Juan? De seguro. ¡Oh! ¿y podéis ponerme en sitio desde donde le vea?... añadió con ansiedad la joven.

Palabra del Dia

condesciende

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