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Actualizado: 10 de octubre de 2025
Y no crea que éste será de cincuenta mil francos; serán ochenta mil o cien mil, quizá más. Conozco la Bolsa a fondo, aunque nunca haya puesto los pies allí; y sé que se gana todo lo que se quiere con algunos millones en dinero contante y sonante. El papel del Estado es una admirable invención para los burgueses que quieren vivir modestamente y sin preocupaciones.
Había buscado á los compañeros de su sección para enterarse de lo que proyectaban contra los burgueses. Pero la guerra iba á estallar. Algo había en el aire que se oponía á la lucha civil, que dejaba en momentáneo olvido los agravios particulares, concentrando todas las almas en una aspiración común. Hace una semana continuó era antimilitarista. ¡Qué lejos me parece eso!
Ella también deseaba la nueva vida: estar siempre junto a Isidro, no volver a aquel barrio de traperos, que le parecía ahora más sucio, más triste. Maltrana discutió con Feli largamente los detalles de su instalación. Hay que ser prácticos decía ; hay que ser burgueses... Y Feli contestaba, con no menos seriedad: Ya verás hacer economías y vivir bien.
Tampoco faltaron oficiales del ejército acuartelado en Dax, ni nobles y burgueses de Blaye, Bourg, Libourne, Cardillac, Ryons y otras muchas villas, que llegaron durante el día y parte de la noche anterior al combate, á pie, á caballo y en vehículos de todas clases.
Hacía gala de serlo, hacía profesión de serlo... Sin Dios y sin patria, atacaba con implacable ironía de anarquista lo que desdeñosamente llamaba los «prejuicios sociales», es decir, ¡Dios y la patria! Su acerada pluma, guiada por su espíritu venenoso, abría heridas y levantaba ampollas en la epidermis de los pacíficos e inofensivos burgueses del Tandil.
Sólo les faltaba amueblar la casa; y se dedicaron a ello con el entusiasmo de la novedad, halagados por esta ocupación, que era de burgueses, según decía Maltrana. Feli abandonó para siempre la casa de su padre y el barrio de las Carolinas. El Mosco dormía aquella mañana, cansado de su expedición de la noche anterior.
SEGURAMENTE vosotros, buenos burgueses, tenderos adinerados y covachuelistas ecuánimes, no conocéis la moderna cofradía de titiriteros o piruetistas. Sin embargo, los habéis visto en las aceras de la Puerta del Sol, y al demandarles su ruta os habrán contestado con un gesto de amable despreocupación: Ya ve usted, por aquí, navegando...
Y ella, aprovechando la tolerancia cariñosa del marido, gastaba con furor que escandalizaba a los buenos burgueses del Mercado. Seguía las modas con escrupulosidad costosa, y muchas veces aumentaba sus gastos hasta la locura, únicamente por el gusto de darles en las narices, como ella decía, al regañón de don Eugenio y al tacaño de su padre.
Si un día creen que su actual profesión es un obstáculo para su matrimonio, crea usted que no vacilarán en vender la hospedería y en vivir como burgueses, de sus rentas... Y entonces nada quedará ya de las suspicacias y prevenciones de sus amigos. La gente pone pronto buena cara a todo aquel que triunfa, y yo le aseguro a usted que Simón triunfará.
Vieron con la imaginación los almendros de la Huerta del Obispo, que habían sido testigos de sus primeras entrevistas; las flores que él arrojaba sobre su cama, al despertarla, de vuelta de los banquetes; las que habían presenciado sus vespertinos paseos, cuando salían cogidos del brazo, como burgueses, a cubierto de la miseria y seguros de que nada podría turbar su felicidad.
Palabra del Dia
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