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Actualizado: 26 de junio de 2025
Pues yo exclamó solemnemente Orgaz padre, puesto en pie y con voz temblorosa yo no hago nada de eso. Así me bato yo. La cuestión no es ser diestro, es tener valor. ¡Bravo, bravo! ¡eso, eso! gritó gran parte del concurso, como si oyera aquello por primera vez. Siempre que se hablaba de desafíos decían lo mismo que aquel día Foja, don Frutos, Orgaz y otros caballeros.
El más bravo le vino a un cazador encima, a un cazador que era casi un niño, y estaba solo atrás, porque cada uno había ido siguiendo a su elefante. Muy colmilludo era el bravo, y venía feroz.
Todo el mundo anda en coche cuando se ve obligado a salir, y el pueblo tiene por vehículo un burrito microscópico, sobre el cual el jinete va sentado, con los pies apoyados en el pescuezo y animándolo con un pequeño palo cuya punta, ligeramente afilada, se insinúa con frecuencia en el anca escuálida del bravo y paciente cuadrúpedo.
Sí, pardiez: por ese bravo bastardo de Osuna que se nos presentó hace tres días, sobre un cuartago viejo, á Olivares y á mí.
Con las lanzas y adargas se ha de hacer esta batalla de cinco a uno, porque es cosa nueva. ESPIN. ¿Qué hay, Peralta? PER. Aquí me hirió. ALVAR. ¡A él, que me ha herido a mí! PER. ¡Bravo esfuerzo! NU
¡Bravo! gritaron todos á una voz, chocando y vaciando sus vasos. ¡Bien dicho, frailecico mío! exclamó un vozarrón sonoro, á tiempo que una pesada mano caía sobre el hombro de Roger. Volvióse éste y vió á su lado á Tristán de Horla, su compañero de claustro, expulsado de la abadía aquella mañana. ¡Por la cruz de Gestas! Malos días se le preparan á Belmonte, continuó el fornido exnovicio.
Prov. bretón. Era él, era Kernok el que llamaba a la puerta. He aquí un bravo y digno compañero. Juzgad, si no. Había nacido en Plougasnou; a los quince años se escapó de casa de su padre y se embarcó en un barco negrero, comenzando allí su educación marítima.
González Bravo y la Reina estaban ya en Francia cuando aún ignoraba la inmensa mayoría de los españoles si era el Ministerio o los Borbones quienes caían «para siempre», según rezaban los famosos letreros de Madrid.
¡Bien, muy bien! dijeron todos, incluso Joaquín. Y yo estoy cansado de que se me tome a mí por un iconoclasta; sí, iconoclasta soy, pero iconoclasta del vicio, apóstol de la virtud y heresiarca de las tinieblas que envuelven la inteligencia y el corazón de la humanidad. ¡Bravo!¡bravo!
El viejo Zapican, que vé tendido A su sobrino en tierra, bien quisiera En Leiva se vengar, mas ha acudido El bravo Menialvo, que le diera Un golpe tan terrible, que partido Por medio, por encima la cadera, En dos partes quedò: fué cuchillada De brazo poderoso, y fuerte espada.
Palabra del Dia
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