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Actualizado: 26 de junio de 2025
Estando debajo de los caballeros, como estaba toda la gente, se tornó á entrar dentro en el fuerte, quién por la puerta, quién por la muralla, con dos moros que se vinieron entre ellos, sin saber cómo se habían entrado entre los cristianos. Esta priesa se hizo aquella mañana. Murió el Capitán Bravo, que había dos días que lo era. De aquesta compañía mataron tres Capitanes en cinco días.
El amor a la vida, tan poderoso en los viejos de esta edad, sólo medianamente preocupábale, a pesar de ser dichoso en la tierra. Había tenido su último lance de honor a los setenta y dos años, con un bravo coronel de cinco pies y seis pulgadas de estatura, a consecuencia de una cuestión política, según unos, y de celos conyugales, según otros.
En la cumbre gloriosa del Calvario, como un astro radiante, aún fulge el ara, no logró el huracán con sus embates derribar de ella a la deidad preclara... Baja sin miedo con la frente erguida a la candente arena, en que se entablan las luchas de la heróica inteligencia, y ante el bravo adversario avanza, avanza... ¡Oh, no temas caer ante el coloso con el pecho horadado con las balas!
La culpa es suya; no se ha apartado a tiempo. ¡Bravo, toro! ¡qué noble y magnífico estás saltando en medio de esas llamas que estallan y se cruzan!
Morían de pena, de furia, de fatiga, de hambre, de mordidas de perros. ¡Lo mejor era irse al monte, con el valiente Guaroa, y con el niño Guarocuya, a defenderse con las piedras, a defenderse con el agua, a salvar al reyecito bravo, a Guairocuya!
Lo que no parece por cierto cosa de hombres es esa diversión en que están entretenidos los amigos de Enrique III, que también fue rey de Francia, pero no un rey bravo y generoso como Enrique IV de Navarra, que vino después, sino un hombrecito ridículo, como esos que no piensan más que en peinarse y empolvarse como las mujeres, y en recortarse en pico la barba.
Y bien sabéis que en la guerra es donde el noble y el bravo hallan hoy no sólo honores, sino riquezas. La recompensa regia, el rico botín y los rescates enormes de esta guerra nos pondrán para siempre al abrigo de todo temor, por lo que á nuestros bienes de fortuna se refiere.
El capitán era un bravo Genoves, republicano, franco, sencillo y de trato cordial, y entre los pasajeros había no solo unos cuantos Granadinos, sino Ingleses, Franceses y Alemanes.
Si lejos de la vista de mi amada me lleva de los hados el rigor, tan sólo es la esperanza quien mitiga mi tormento cruel y mi aflicción. ¡Bravo!, ¡bravo! ¡Qué bonita! ¡Qué dulce! ¡Qué melancólica! Siga usted, por Dios, Margarita, siga usted.
Y además, desconfiaba ella mucho de la actitud de esta e ignoraba hasta qué punto podría contarse con ella para los trabajos de la Restauración... Cierto que su amistad con la reina destronada había sido siempre íntima, leal y consecuente, pero le constaba a ella de buena tinta que Bravo Murillo tuvo la impertinencia de comunicar a la marquesa la respuesta dada por el arzobispo de Valladolid a la consulta de si la Restauración había de conservar o no la unidad católica, y esta no podía ser más terminante: «No era lícito a ningún partido político prescindir de ella». Que era esto una tontería, una chochez del arzobispo, corriente.
Palabra del Dia
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