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Un criado les hizo subir la amplia escalera de mármol, y en ella volvió a sorprenderse el torero viendo retablos con imágenes borrosas sobre un fondo dorado, vírgenes corpóreas que parecían labradas a hachazos, con los colores pálidos y el oro moribundo, arrancadas de viejos altares; tapices de un tono suave de hoja seca, orlados de flores y manzanas, unos representando escenas del Calvario, otros llenos de gachós peludos, con cuernos y pezuñas, a los que parecían torear varias señoritas ligeras de ropa.

Las grandes losas sepulcrales estaban curvadas por el tiempo y la lluvia, con las inscripciones borrosas; las plantas parásitas, creciendo entre las piezas de mármol, las hacían saltar, desuniéndolas con el impulso vital de sus raíces.

Su boca apenas estaba cubierta con un hule, desprendido de las puntas; un andrajo negro con letras amarillas y borrosas. Feli leyó con algún trabajo: «Aparisi y Guijarro». Ese señor continuó Isidro fue famoso en vida. Pronunciaba en el Congreso discursos que duraban varias sesiones. Los curas de toda España, los devotos, las mujeres, aguardaban con impaciencia los periódicos para leerle.

Borrosas memorias de la infancia, primeros latidos de la juventud, amarguras, goces conseguidos, deseos frustrados, proyectos rotos, espejismos que finge la ambición, retazos de lo pasado y visiones de lo porvenir... ¡Parece que os refugiáis entre los pliegues de la almohada y que, cuando en ella reclinamos la cabeza, salís a estorbar el sueño, hermosa imagen de la nada!

En esos días de noviembre, cuando vuelve la humedad y el dominio del gris; cuando vuelven las líneas vagas y borrosas y vuelve el silbar agudo del viento; cuando el arroyo Sorguiñ erreca semeja un torrente, entonces me gusta pasear por la playa y saturarme de la enorme melancolía del mar y empaparme en su gran tristeza.

Después del almuerzo, la gente tomó el café a toda prisa y los salones quedaron abandonados, sonando en el vacío el abejorreo de los ventiladores y los trinos de los canarios. Todos se amontonaban hacia la proa, en las bordas de la cubierta, ansiosos de ver las islas. Empezaron a marcarse en el horizonte las gibas obscuras y borrosas de unas montañas emergiendo del mar.

Lo que antes de confiarse á Lucía había ella percibido en imágenes vagas y como borrosas, había adquirido, en su propia mente, mayor ser, consistencia y determinada figura al formularse en palabras.

El mástil de trinquete y la proa eran débiles sombras, siluetas borrosas, pálidos dibujos sobre un fondo gris. Muchos pasajeros, especialmente las mujeres, mostraban inquietud. Excitaban sus nervios los rugidos de la chimenea, que parecían llamamientos de socorro. Irritábales no poder ver, marchar a ciegas por unos parajes de frecuente navegación.