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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Salimos y bajamos. Cuando la condesa de Rumblar se apartó de nuestra vista; cuando la claridad de la lámpara que ella misma sostenía en alto, dejó de iluminar su rostro, me pareció que aquella figura se había borrado de un lienzo, que había desaparecido, como desaparece la viñeta pintada en la hoja, al cerrarse bruscamente el libro que la contiene.
Los demás habitantes habían tomado la inscripción por un bando, uno de aquellos bandos que empiezan: «Cuatro ducados de multa al que arroje inmundicias de cualquiera especie en este sitio.» Los aguaceros de Andalucía, que parecen más destinados a azotar la tierra que a regarla, habiendo caído en las hermosas letras que de mayor a menor la componían, la habían casi borrado.
Con cuatro brochazos fue borrado el nombre de popa; y de los folios de los costados, de esos malditos letreros, que son la cédula de toda embarcación, no quedó ni rastro. El cañonero echó anclas al mismo tiempo que desaparecían en la entrada del pueblo los últimos despojos de la barca.
Ella se incomodaba mucho y solía venir á casa llorando cuando al salir de la escuela los chicos la seguían apodándola de este modo. En efecto, era difícil imaginarse nada más lindo y más aéreo que Carmen á los doce años. Con la edad, y al hacerse mujer, los contornos celestes y angélicos se habían borrado un tanto, pero nada había perdido por eso su belleza.
El buen pueblo madrileño, a cuyos oídos no habían llegado aún, o de cuya memoria se habían borrado las encontradas voces de tiranía y libertad, hacía entonces la vista gorda sobre el gobierno.
Me calcé y me abrigué convenientemente; bajé al portal con muchas precauciones para que no lo notara mi tío, y emprendí resueltamente el camino del pueblo, borrado en absoluto por la nieve. Me costó el descenso del pedregal más de cuatro costaladas; pero llegué vivo y pronto. No aspiraba yo a otra cosa. ¿A qué puerta llamar? A la primera. Llamé.
En el cristal del almacén, escrito con letras negras, se leía un nombre medio borrado: Fermín Itchaso. Entramos en el establecimiento el capitán de la Dama Zuri y yo. Hablé yo con un hombre joven que nos salió al encuentro, y que no comprendía el vascuence. El capitán, paisano mío, no sabía el francés, y quería entenderse directamente con el comerciante.
Cuando llega un ejército portugués ante los muros de Fez para libertarlo, ha dejado ya triunfante todos los vínculos terrenales. Se han borrado los límites de lo finito, pero permanece inmutable lo eterno. Fernando, ya lleno de gloria, abandona su sepulcro, se aparece á los soldados de la Cruz con una antorcha en la mano, y los guía á la victoria.
A la derecha se estendía la orilla baja, formando senos con graciosas curvas, y allá á lo lejos, medio borrado, el gancho del Sugay: delante y en el fondo se levanta el Makiling magestuoso, imponente, coronado de ligeras nubes: y á la izquierda la isla de Talim, el Susong-dalaga, con las mórbidas ondulaciones que le han valido su nombre. Una brisa fresca rizaba dulcemente la estensa superficie.
La mujer le cuidaba como se cuida a un niño, y se había borrado de su mente la idea de que era un hombre. Vino doña Lupe muy temprano, y enterada que Maxi estaba bien, empezó a dar órdenes y más órdenes, y a incomodarse porque ciertas cosas no se habían hecho como ella mandara. Iba de la sala a la cocina y de la cocina a la sala, dictando reglas y pragmáticas de buen gobierno.
Palabra del Dia
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