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Y pasando su vista del libróte a la puertecilla inmediata, exclamó: ¡Ay, ese archivo, Gabriel, qué pena da! Cada vez que lo visito salgo triste. Por ahí han pasado los bárbaros. Todos los libros de música tienen páginas arrancadas, recortes allí donde existía una letra pintada, una viñeta, algo bonito. La vieja música duerme bajo el polvo.

Salimos y bajamos. Cuando la condesa de Rumblar se apartó de nuestra vista; cuando la claridad de la lámpara que ella misma sostenía en alto, dejó de iluminar su rostro, me pareció que aquella figura se había borrado de un lienzo, que había desaparecido, como desaparece la viñeta pintada en la hoja, al cerrarse bruscamente el libro que la contiene.

En la región azul que representaba el mar, multitud de barquitos precedidos de flechas marcaban las líneas de navegación, y por la gran viñeta de la cabecera menudeaban las locomotoras, los vapores, los faros, y además muelles llenos de fardos, chimeneas de fábricas, ruedas dentadas, globos geográficos, todo presidido por un melenudo y furioso león y una señora con las carnes bastante más descubiertas de lo que la honestidad exige... ¡Qué silencio tan hondo y suave se aposentaba en la sosegada estancia, y cómo se sentía el ambiente puro del campo!

Algo atisbó, sin embargo, que vino a despertarle la sospecha de que el tal proyecto de tratado secreto no era precisamente con el Gobierno alemán, sino con la repostería de Lhardy, poderosa potencia gastronómica de la Carrera de San Jerónimo: entre los peludos dedos del diplomático asomaba por una esquinita la viñeta de las cuentas del célebre Emilio.

La aparición del primer número, que traía la consabida viñeta representando un adolescente peinado con la raya por el medio, y rodeado de una porción de latas de conservas a modo de libros, en actitud de leer, más bien de merendar, una de ellas, causó viva sensación en la villa. Lo merecía.

El libro de las prisiones que ha salido agora, ha de ser el de la edición hecha en París con el título de Aphorismos de las Relaciones de Antonio Pérez, Monstruum Fortunæ, que tiene en la portada viñeta de la divisa del laberinto cerrado, y el Minotauro, en 8.º menor, sin año, pero con dedicatoria al Rey Enrique IV, fecha en París á 24 de septiembre de 1598.

Long Island desarrollaba la inmensa cinta de sus costas, y Staten Island, como en el marco de una viñeta, se presentaba en su hermosura, tentando al lápiz, ya que no, por falta de sol, a la máquina fotográfica.

El rigor del castigo y la obligación de ocuparse en un ejercicio sedentario y monótono, en local de mediana luz y nada alegre, hicieron a Mariano taciturno; palideció su rostro y adelgazó su cuerpo. A los cuatro meses ya componía él solo, si no con ligereza, con exactitud, las leyendas de las aleluyas, que eran en número fabuloso. Se las sabía todas de memoria y le bastaba ver la tosca viñeta para adivinar y componer en seguida los pareados.

Cuando entrábamos en los cafés, y colgadas del armario del expendedor de periódicos contemplábamos unas cuantas Abejas, con su viñeta en madera henchida de alusiones simbólicas, un gozo inexplicable nos inundaba, inflábase nuestro ser moral y físico, y sonreíamos desdeñosamente al vulgo que nos rodeaba; nos parecía imposible que los concurrentes hablasen de otra cosa que no fuese La Abeja, y no adivinasen que tenían la honra de hallarse cerca de sus redactores.