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Los que no estaban ocupados en bailar lanzaban por el aire serpentinas y bolas de algodón, ó insistían con un deleite infantil en hacer sonar pequeñas gaitas y otros instrumentos pueriles. Flotaban en el aire cargado de humo esferas de caucho de distintos colores que los concurrentes habían dejado escapar de sus manos.

Con esta noticia, mandó dicho Comandante tomar caballos para marchar, lo que se egecutó inmediatamente, pasando muchas quebradas, hasta que al tiempo de ponerse el sol, estando mudando caballos, llegó la partida que habia tirado hácia el Tandil y Volcan, sin novedad alguna: y haciendo estos la misma diligencia, luego que concluyeron mandó dicho Comandante repartir entre los indios las divisas que para este fin llevaba, y así á cada indio de los de bolas se le dió una banda blanca de platilla para que pusiesen como turbante, y á los de lanza se les dió para que pusiesen en ellas como bandera, y de esta suerte fuesen conocidos de nosotros en la refriega.

El instinto de la paternidad, del que había hablado tantas veces como de algo infalible, no le avisó en la presente ocasión. ¿Cómo podía reconocer á Julio en este sargento cuyos pies era dos bolas de tierra mojada, con un capote descolorido y de bordes deshilachados, lleno de barro hasta los hombros, oliendo á paño húmedo y á correa?... Después del primer abrazo, echó la cabeza atrás para contemplarle, sin desprenderse de él.

Felicitemos, pues, de todo corazón a la afortunada niña y sigamos atentamente al noble salvaje en la tarea de perfeccionar la obra primorosa que la Naturaleza había llevado a cabo al crearle. El criado tenía ya el baño dispuesto. Después de dar un vistazo al espejo para observar el semblante del día, esto es, el suyo, cogió unas bolas de hierro e hizo con ellas algunos movimientos.

Infiérese de estas observaciones que el juzgar mal, no teniendo el debido fundamento, y el tomar la malignidad por garantía de acierto, es tan irracional como si habiendo en una urna muchísimas bolas blancas, y poquísimas negras, se dijera que las probabilidades de salir estan en favor de las negras. Algunas reglas para juzgar de la conducta de los hombres.

Si cruzamos el índice y el dedo mediano, y con los dos movemos sobre una mesa una bolita de cera á la redonda, nos parecerán dos las bolas, y entonces nos engaña el tacto. Al enfermo parece amarga la bebida que es dulce para el sano, así nos engañamos por el gusto.

Rafael, que vas de frente. ¿No ves ninguna luz? Nada. El rojo reflejo de la antorcha chocaba en las enormes bolas de hojas que asomaban sobre el agua o se hundía en el espacio, ahogado por las húmedas y pesadas tinieblas. Así vagaron algunas horas por la campiña inundada. El barbero no podía más; había entregado los remos a Rafael, que también desfallecía de fatiga.

Un empleado del club trajo una botella de mimbre que contenía diez bolas numeradas, y después de agitarla, arrojó tres sobre la mesa: una para cada uno. Alicia, metida entre ellos con una familiaridad varonil, casi palmoteó de alegría. La suerte había favorecido á Spadoni; de él era la banca.

Esto supuesto, para que la gente esté segura en nuestras guardias, fuertes y fortines, basta que tengan un cuadrilongo de simple estacada, porque no lo han de romper bolas ni lanzas, mucho menos defendiéndolas con armas de fuego. Todos los fuertes de la frontera del Paraguay no son mas de lo dicho, ni aun la mitad, como V. E. no ignora.

Los faroles del alumbrado ostentaban una montera torcida como un gorro de dormir. Los golfos, entusiasmados por la novedad del espectáculo, hacían rodar grandes bolas de nieve, coronándolas con monigotes de su invención. Maltrana, con los pies helados y temblando de frío, vagaba por Madrid. Subió a la casa de un antiguo compañero para pedirle algo, aunque sólo fuese una peseta, y no le encontró.