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Y en efecto, antes que fuesen sonadas se presentó a buscarle y con el bocado en la boca le llevó a casa de Trujillo.

Os hago feliz puesto que os hago sentir dijo Dorotea enjugándose los ojos y apurando de un trago la copa, después de lo cual tomó un pedazo de jamón y se lo llevó á la boca. Quevedo la miraba profundamente. Dorotea arrojó el bocado sobre el plato. ¡Oh! no puedo, no puedo; me mataría como si fuera un veneno.

Pero ¿ha visto usted en su vida dirigiéndose a un hombre más simple y más retontísimo? No crea usted que es broma. Todo eso se lo cree. ¡Y mire usted que el bocado es apetitoso! Un señor que ya no puede con la fe del bautismo en papeles. ¡Repare usted qué patas...! ¡Qué pies! Con dos juanetes que parecen dos flanes. Bueno; insulte usted cuanto quiera.

Aunque ya no era joven, su cuerpo fuerte, su piel tersa y blanca, sus brazos fornidos, sus caderas exuberantes excitaban la lujuria de aquellos miserables que vivían en tinieblas. «La Muerta es un buen bocado», se decía en las minas.

Por Nuestro Señor, cuanto ha que en ella vivo, gota de vino ni bocado de carne no he comido, ni he habido descanso ninguno; mas ¡tal vista tiene y tal obscuridad y tristeza! Ve y ven presto, y comamos hoy como condes." Tomo mi real y jarro y a los pies dándoles priesa, comienzo a subir mi calle encaminando mis pasos para la plaza muy contento y alegre.

Luego sacaron, Sancho de su costal y el cabrero de su zurrón, con que satisfizo el Roto su hambre, comiendo lo que le dieron como persona atontada, tan apriesa que no daba espacio de un bocado al otro, pues antes los engullía que tragaba; y, en tanto que comía, ni él ni los que le miraban hablaban palabra.

Había dejado su abrigo sobre la cama porque tenía calor. La noche era magnífica: aún sentía en su estómago la tibieza del vino que había bebido por la tarde y de aquellas sardinas que eran un bocado de príncipe. El joven, al decir esto, daba diente con diente, y fingía reírse para ocultar su temblor. El frío acabó por obligarle a refugiarse en el lecho.

-No me he desayunado de bocado -respondió don Quijote-, ni aun he tenido hambre, ni por pensamiento. -Y los encantados, ¿comen? -dijo el primo. -No comen -respondió don Quijote-, ni tienen escrementos mayores; aunque es opinión que les crecen las uñas, las barbas y los cabellos. ¿Y duermen, por ventura, los encantados, señor? -preguntó Sancho.

Miguel, interesado y afanoso por saber el resultado de aquella aventura, no perdió de vista al cura un instante: viole sentarse a la mesa y no probar apenas bocado. Marroquín comió como si tal cosa. Concluida la cena, el cura subió a su cuarto y se estuvo allí un ratito: después salió cautelosamente y subió a la boardilla.

Alfonsín fue al colegio, y Paquito, a quien la enfermedad de su papá tenía muy melancólico, no salió de la casa ni quiso probar bocado en el almuerzo. Cándida fue la única persona que allí mostró un regular apetito. «Es preciso alimentarse, aunque sea haciendo un esfuerzo decía a la de Bringas . No se deje usted ir así.